Nota bene
La persuasión, no la imposición
El estilo de fray Domingo de Vico
Los historiadores y lingüistas trazan un perfil entrañable del misionero dominico fray Domingo de Vico, quien vivió en Guatemala entre 1545 y 1555. Dicen que era “gordo y chaparro”. Aprendió muchas lenguas, desde el latín, griego y hebreo, hasta el kiché, cakchiquel, tzutuhil y más. Era estudioso empedernido (“no soltaba la pluma de su mano”), enamorado de Jesucristo y pastor querendón. Se deduce de sus 10 productivos años de vida en México y Guatemala, que fue además valiente y magnánimo.
Lingüista, maestro y autor de Theologia Indorum
Algunos dicen que nació en 1485, otros que en 1519, lo cual suena más lógico, pues era colegial en Salamanca cuando se unió al grupo de frailes reunido por Bartolomé de las Casas para venir a América. Eso fue en 1544: tendría 59 años, según la primera fecha o, alternativamente, 25 años. Nació en Andalucía, en Úbeda, Jaén. Llegó a Salamanca luego de estudiar en el Convento de San Andrés de Úbeda.
El viaje al nuevo mundo fue largo: salieron el 12 de enero de 1544 y llegaron a Chiapas en marzo de 1545. En su diario sobre la travesía, fray Tomás de la Torre, docente de Salamanca, cuenta que ninguno intentó aprender la lengua de los indígenas de Santo Domingo, pues iban de paso, salvo fray Vico, quien buscó un maestro y libros para aprenderla, “como si toda la vida la hubiera de usar”.
Fray Bartolomé de las Casas nombró a Vico obispo de Chiapas en 1544 y vicario general. En 1552 se convirtió en el primer obispo de Verapaz. Hizo lo mismo aquí que en Santo Domingo: buscó quién le enseñara la lengua y la cultura. El investigador Garry Sparks afirma que su principal asistente fue Diego Reynoso, autor de varios documentos y miembro del consejo kiché.
Coincido con el Dr. Moris Polanco cuando afirma que Vico se compenetró de la cultura indígena con interés sincero. Evangelizó a través de la persuasión. Polanco describe su “esfuerzo por construir puentes de entendimiento” y su respeto por la dignidad de aquellos con quienes convivía. Reconoció la imposibilidad de imponer la fe. Imitó a San Pablo en su alocución a los atenienses desde el areópago. Reconoció lo bueno que tenían los pueblos precolombinos: la deidad que ellos adoraban debía ser el mismo Dios del cristianismo. Los misioneros dominicos venían a ampliar el conocimiento que ya poseían los pueblos indígenas y a ofrecerles nuevas formas para adorar a Dios.
Vico escribió varias obras, la más importante de las cuales es el manuscrito Theologia Indorum, un texto de catecismo en dos tomos escrito principalmente en kiché, que completó en 1554. Otros aportes son: el Libro de los grandes nombres: o Historia de los patriarcas, reyes y hombres grandes del Antiguo y Nuevo Testamento en la lengua de Vera Paz; El paraíso terreno; Historia de las Indias, sus fábulas, supersticiones, costumbres; ySeis artes y Vocabularios de dichas lenguas.
Domingo de Vico tenía un don para comprender palabras y el sistema de un idioma diferente en cortas semanas. Desde antes de llegar a Guatemala manifestó una pasión por descifrar lenguas.
Ejemplifica la interacción ideal entre dos mundos. No todo fue violento y opresivo. Se dieron encuentros en libertad, de igual a igual. Vico promovió los diálogos de intercambio de visiones y sabiduría, inspirado en la antropología cristiana que reconoce la dignidad de cada persona, querida desde toda la eternidad por Dios.
La vida y obra de Domingo de Vico será el eje de las discusiones en el simposio «La fe y las culturas mayas: Domingo de Vico y el inicio de la evangelización en Guatemala», organizado por el Instituto Fe y Libertad y la Asociación de Amigos del País, el próximo 8 de marzo. ¡Qué ilusión aprender más sobre la evangelización de las Américas de boca de expertos!