CATALEJO

Las dictaduras tienen amanecer y ocaso

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Los sorprendentes videos vía redes sociales de ciudadanos cubanos recorriendo las calles de La Habana exigiendo libertad, gritando “únanse”, acompañados a los reportes de prensa internacional, al señalar a seis ciudades de Cuba con protestas similares, demostraron la validez del dicho “no hay mal que dure cien años”. Es el principio del fin para el castrismo, seguramente largo a causa de la indudable resistencia a ceder del jefe de gobierno comunista, Miguel Díaz-Canel -sucesor de Raúl Castro-, quien fue a hablar con manifestantes, sin éxito. Llamó entonces a la población no participante a salir a la calle y cerró las redes sociales, lo cual permite temer represión al estilo castrista, a pesar del llamado de la ONU a respetar los derechos de crítica y de protesta ciudadanas.

' La ejecución extrajudicial de Ramazzini es un hecho cuya responsabilidad histórica recae en este gobierno y su figura más notoria: Giammattei.

Mario Antonio Sandoval

Las dictaduras nacen y se afianzan, pero no duran por siempre. La de Cuba está en el crepúsculo, y en Guatemala hay un evidente afianzamiento de un régimen dictatorial. Hay hechos cuyo resultado no puede ser interpretado de otra forma. El viernes, el asesinato del comentarista Frank Ramazzini, por el momento y las circunstancias, fue ejecución extrajudicial con otras tres víctimas mortales. Giammattei restó importancia ayer a la protesta del sábado en el parque central, pero luego anunció un estado de Prevención, con el cual puede reprimir protestas, aunque por ignorancia o por descaro dijo claramente el motivo de la medida: impedir más muestras de descontento, además de una velada amenaza. De nuevo: acciones contraproducentes, como decretar el estado de Prevención.

Así como el asesinato en 1944 del periodista Alejandro Córdova, entonces director del vespertino El Imparcial, fue uno de los motivos de la Revolución de Octubre y el fin del ubiquismo, se puede pensar en una repetición a causa de la inmolación de un usuario de las redes sociales, por lo cual sus críticas se difunden en todo el mundo. Los ciudadanos intuyeron, con razón, la responsabilidad del Estado, y la nula credibilidad presidencial contribuye a este pensamiento de cada vez más ciudadanos. En alguna ocasión Fouchet, el jefe francés de la policía en la época posterior a la Revolución Francesa, al enterarse de un caso similar, dijo: “Esto no es un asesinato; es una estupidez”. Y, en efecto, tuvo efectos negativos para los revolucionarios.

En la política no hay casualidades, pero sí puede haber coincidencias, y estas, cuando se concatenan e interpretan con lógica, llevan a conclusiones obvias pero no entendidas por la rosca del poder, tratando afianzarse en su asalto a los poderes de Estado, el Tribunal Supremo electoral y el Ministerio Público. Los analistas oficiales no ven el cambio en la comunicación social. Los asistentes a una protesta ya casi no importan. Comparar esa cifra con los 1.9 millones de votos obtenidos por Giammattei implica desconocimiento de esa forma de comunicación y la absurda creencia de haber sido ido votos favorables, no contra la contendiente. Son imparables mensajes como los de Ramazzini, dichos sin esconderse en netcenters anónimos y vendidos.

Cuando alguien ve caer una pluma de zopilote en un árbol de su jardín, no necesita buscarlo. Ya está allí. Si un crimen recuerda a los de las dictaduras, es porque un muy reducido grupo decidió renacerlos. El análisis de la necesidad de un cambio en el mando de gobierno no es la causa de una crisis, sino al contrario, pero la renuncia no se debe hacer de manera abrupta, porque en río revuelto, ganancia de pescadores. La Historia tiene muchos ejemplos de cómo actuar para hacer los cambios de manera consensuada, para respetar el período marcado por la elección anterior. Hacerlo es difícil, pero no imposible. Necesita el convencimiento de actuar de manera distinta, para evitar más de lo mismo. El ataque del viernes apuesta por el regreso al pasado.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.