LA BUENA NOTICIA
Las pruebas de Jesús
Hemos comenzado la Cuaresma. La devoción popular cuaresmal encuentra su expresión pública más elocuente en las procesiones que, con restricciones, recorrerán nuevamente las calles de ciudades y pueblos de nuestro país. En cambio, la catequesis y reflexión en torno a la figura de Cristo y su misión surgirá de los pasajes evangélicos que se propondrán a la consideración de los fieles durante los cinco domingos de este tiempo de conversión y crecimiento espiritual.
' El ansia de poder corrompe a la humanidad y es la causa de graves males.
Mario Alberto Molina
El primer domingo de Cuaresma, todos los años, escuchamos la lectura del relato de las pruebas a las que el diablo sometió a Jesús al inicio de su ministerio. Las pruebas o tentaciones tienen un elemento en común: Jesús debe acreditar su identidad y misión por medio de un portento. Nadie fue testigo de esas pruebas a las que el diablo sometió a Jesús; debió contarlo él. Pero podemos comprobar que él fue puesto a prueba en diversos momentos de su vida para que se acreditara por medio de milagros. Al principio de su ministerio, cuando visitó la sinagoga de Nazaret, sus paisanos esperaban ver alguna señal portentosa y Jesús les negó el gusto. Por eso intentaron despeñarlo desde un barranco. Y al final de su vida, estando ya clavado en la cruz, alguno de los circunstantes le gritaba: “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz y te creeremos”. Entre ese principio y este final los evangelistas narran otros episodios de contenido parecido. Por lo tanto, la instigación a acreditar su identidad y misión por medio de prodigios fue una constante en la vida de Jesús. Pero él las acreditó solo por medio de la obediencia a la voluntad de Dios hasta la muerte. Ese es el mensaje del relato de las tentaciones.
Son tres pruebas. La primera consistió en resolver una necesidad personal y temporal, su hambre, convirtiendo la piedra en pan. Jesús respondió con una cita bíblica: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La respuesta de Jesús define el objetivo de su misión. Él no ha venido a resolver necesidades temporales, aunque curó enfermos, alimentó a multitudes y dio vista a los ciegos; además exigió a sus discípulos la caridad con el prójimo. La necesidad específica que él vino a satisfacer es el deseo humano de vida eterna que solo Dios puede dar.
Otra prueba consistió en la invitación que le hizo el diablo a demostrar su identidad y misión por medio de un portento espectacular. Le propuso saltar de la parte más alta del edificio más alto de Jerusalén y salir indemne. Jesús rechaza la tentación con otra cita bíblica: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”. Dios no es un poder a disposición del hombre, ni de su propio Hijo. Uno cree y confía en Dios, pero no lo somete al servicio de sus necesidades. Esta es una escena que conviene recordar cuando los cultos se convierten en sesiones de prodigios y cuando las romerías están más movidas por la exigencia de un milagro que por la confianza y fe puesta en Dios.
La prueba culminante a la que Satanás sometió a Jesús fue la de pedirle que lo adorara. A cambio Satanás le daría la posibilidad de compartir con él su poder sobre todos los reinos del mundo. ¡Él detenta ese poder! Jesús rechaza tajantemente al diablo citándole el primer mandamiento: “Solo al Señor adorarás”. Así guió Jesús su vida, en obediencia y fidelidad a Dios. El ansia de poder es de origen demoníaco y la causa de graves males. A la luz de este relato podemos identificar al instigador de los designios del gobernante insaciable que promueve una guerra e invade un país soberano por el ansia y ambición de extender su poder, porque le resulta insuficiente ejercerlo sobre el territorio nacional más extenso del mundo.