Aleph

Lo que se quiere y lo que se puede

Eso de rendir un informe de gobierno a solo cien días de su inicio es parte de la obsesión posmoderna por la gratificación inmediata en países con instituciones que sí funcionan y con reglas claras.

Yo quiero un país. Un Estado con justicia e instituciones sólidas, sin narcos, sin patrones, sin violencia ni corrupción. Una democracia que nunca hemos tenido y que, en contextos políticos como los actuales, hasta parece tener fecha de caducidad en el mundo entero. Y quiero que en esa democracia no se discrimine a nadie por ninguna condición, y que la gente viva con seguridad y dignidad, especialmente las niñas, niños y adolescentes.

Se está avanzando en el ordenamiento administrativo de un Estado corrupto que le ha servido bien a las mafias durante las últimas siete décadas.

Sin embargo, lo que se puede en una Guatemala secuestrada, empobrecida, profundamente desigual e injusta, sin salud ni educación, de larga tradición corrupta y con instituciones famélicas, es otra cosa. You don’t have choices unless you have options (no se puede elegir si no se tienen opciones), se dice frecuentemente.  ¿Qué se puede hacer en cien días con las plazas apadrinadas o fantasmas en prácticamente todas las instituciones del Estado que han sido secuestradas por las mafias; con la corrupción transgeneracional que pasa de un gobierno a otro y de una dinastía política a otra; con un Sistema de Justicia fallido y unas cortes apadrinadas por conocidos capos, y operadas por los fieles sabuesos del pacto de corrupción; con una sociedad conservadora y fanática, en la cual la razón está devaluada, mientras que el pensamiento mágico y la doble moral son moneda cotidiana de cambio?

Eso de rendir un informe de gobierno a solo cien días de su inicio es parte de la obsesión posmoderna por la gratificación inmediata en países con instituciones que sí funcionan y con reglas claras; pero en la Guatemala actual es un atrevimiento. Y aún así, se comienzan a figurar cambios de fondo.  Solo con el hecho de que en la presidencia del Poder Ejecutivo no se concentren la corrupción ni la coordinación “interinstitucional e intersectorial” de la misma, ya ganamos. Porque nada más lejos de la democracia que se anhela, que cuando desde el centro del poder se genera, promueve y practica la corrupción, radialmente, para el secuestro total del Estado. Fundamental punto a favor para el gobierno Arévalo-Herrera.

Reconozco que ha habido, también, errores en estos inicios: 1) Jugarle más a la diplomacia que a la política y perder espacios políticos importantes; 2) No sacar a tiempo a actores corruptos de los puestos claves de poder y sostener, con ello, un pacto de corrupción que espera los resultados de las elecciones en el norte para atacar más duro; y 3) No comunicarle a la población cuál es el leitmotiv que impulsa este gobierno, de manera clara y precisa.

Evidentemente, se está avanzando en el ordenamiento administrativo de un Estado corrupto que le ha servido bien a las mafias durante las últimas siete décadas, tarea que llevará mucho más de cuatro años. Otro enorme acierto, sin duda alguna. La transparencia en la gestión y la comunicación de quienes han asumido distintos cargos proyecta hacia afuera una manera distinta de hacer política. Y si hablamos de más cambios fundamentales de este gobierno, hay que irse a algunos momentos de los últimos meses, incluso antes de tomar posesión. El reconocimiento de la necesaria participación de los pueblos originarios en distintos momentos políticos; el haber soslayado un golpe de Estado, sin siquiera haber tomado posesión; y el no ofrecer dinero debajo de la mesa a nadie (o recibirlo en una alfombra), como lo han hecho tantos corruptos, incluso el mismo día de la toma de posesión. Cambios fundamentales en la nueva práctica política, sin duda, como la paridad de mujeres y hombres en el gabinete de gobierno actual. Y seguiremos, entre lo que se quiere y se puede, pero esta oportunidad histórica no la vamos a perder, porque queremos acercarnos, cada vez más, a la democracia que aspiramos. 

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.