MIRADOR
Los aviones Pampa en las pompis
La “adquisición” —a la fecha no se sabe como denominarlo— de dos aviones Pampa III ha desatado una polémica que mantiene agitada la dinámica nacional y refleja un autoritarismo visto en otras actuaciones de este infausto gobierno.
No tengo dudas de que falta material militar adecuado y moderno para tener un ejército con capacidades suficientes y que pueda cumplir las misiones que se le asignen. No es cierto que dejando de comprar aviones, barcos o armas, invirtamos más en salud o educación. De hecho, el presupuesto nunca se gasta y cuando se incrementan esos dos rubros termina siendo devorado por sindicatos voraces e irresponsables en incrementos salariales, tal y como ocurre cada año. Tampoco tengo claro que se deba promover un concurso abierto para comprar esos sistemas de armas porque no se ajusta a la exigencias de la seguridad, la defensa y la lógica de adquisición. Por tanto, los discursos de las prioridades nacionales, lo innecesario del material militar o no haberlo hecho conforme a la Ley de Compras y Contrataciones me parecen tangenciales, oportunistas o no ajustados a la realidad ¡No desviemos la atención ni seamos positivistas jurídicos enfermizos!
Lo que en política no debe hacerse jamás, ni perdonan los votantes, es mentir, justamente lo reprochable a este inútil gobierno. Un presidente y un ministro de la Defensa no pueden ir de compras sin explicar en qué van a gastar dinero público y por qué adquirir ese modelo de avión —jamás vendido— y no otro. Mucho menos negarlo repetidamente a través del vocero del Ejército o del propio vicepresidente —presidente en funciones— y, a estas alturas, no haberlo explicado todavía. Tampoco es de recibo escudarse en un convenio de cooperación técnico-científico —preconstitucional y firmado en 1980 entre las dictaduras argentina y guatemalteca: Lucas y Videla, y, al parecer, modificado silenciosamente antes de la compra— para saltarse las trancas jurídico-políticas y hacer lo que les venga en gana. Muestran descaro, desfachatez, analfabetismo político y un peligroso autoritarismo que desconoce principios elementales de democracia, gestión pública y administración del Estado. ¡Ese es el verdadero problema de lo que ocurre con esta compra. Y apesta!
' Lo que en política no debe hacerse jamás ni perdonan los votantes es mentir, justamente lo reprochable a este inútil gobierno.
Pedro Trujillo
En muchos lugares —este es uno de ellos— el político no entiende que es empleado público, gestor de cosas comunes y no autoridad propietaria de lo que administra. La diferencia entre dictadura y democracia, arbitrariedad y gestión transparente, estriba justamente en comprender sobre qué principios rectores se construyen lo valores republicanos. Por circunstancias del momento, elegimos a un personaje que ha batido el récord de peor presidente de la era democrática —aunque mejor pagado— y mira que los ha habido malos. No sabe, no entiende y lo peor: no quiere aprender ni lee una cuartilla sobre democracia. Ha sido capaz de llevar al país, junto con ineptos, narcos y delincuentes, al borde del precipicio y pretende explicar, cuando esporádicamente se lo permite la lucidez, aquello que hace rematadamente mal. En países desarrollados, donde el ciudadano se ilustra y exige sus derechos, estos casos terminan en tribunales o en solicitud de dimisión de quienes así manejan las cosas, pero sobre todo en lecciones aprendidas para no volver a elegir a semejantes incompetentes. Aquí, sin embargo, no se entiende ni se le presta la debida atención y se sigue votando por los mismos. La práctica se ha tornado costumbre y cómo tampoco se lee mucho, se exigen derechos ni se practican principios éticos elementales, disfrazamos el debate con tonteras o asumimos resignadamente las inevitables consecuencias de vivir en el universo alterno del realismo mágico. Y felices nos dirigimos hacia 2023, con lo mismo.