CATALEJO

Los tiranos comparten características históricas

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Cuando comienzan a aparecer en el horizonte los cuernos de los tiranos, resulta muy didáctico analizar a esa vieja maestra, la Historia —llamada Clío por los antiguos griegos—, en cuyo seno hay ideas y definiciones, a veces de hace dos mil o tres mil años. Debe hacerse no solo porque suele repetirse en forma espontánea y también como el resultado del desconocimiento. Según Aristóteles, el tirano sale del pueblo y se enfrenta a los notables porque ellos no sufren injusticias.
Casi todos al principio son demagogos, por lo cual se ganan la confianza popular porque gozan de una inicial simpatía popular. Buscan apoyo del clero para así poder sumar la bendición divina a sus acciones. El filósofo mencionado señala: difunden la incultura para acobardar al pueblo, dividen la fe pública —opinión— y democratizan al ejército.

Los tiranos pueden ser benevolentes. Maquiavelo, en el Renacimiento-, los dividió por la forma violenta o no de hacerse del mando, o por la forma como lo ejercen. Todos apelan a prejuicios, emociones, miedos, desinformación, retórica demagógica y agnotología —sembrar deliberadamente el engaño, la mentira, aprovechándose de la ignorancia, porque esta es y otorga poder—. Es un tema muy actual pero igualmente afianzado en la Historia. Algunos cercanos ejemplos prácticos recientes o históricos: “Dios bendiga a Guatemala”; “la elección me fue robada”; “puedo actuar como quiero porque el pueblo me apoya mayoritariamente”; “todos los mexicanos son delincuentes”; “los judíos son raza impura”. Viene al caso mencionarlo para permitir a los guatemaltecos tomar sus propias decisiones al convencerse.

' Se teme el afianzamiento o aumento de los tiranos o dictadores. La Historia milenaria señala características propias de quienes van por ese camino.

Mario Antonio Sandoval

El sistema político practicado hoy en América Latina ha sido pomposa y burdamente calificado de democrático. No lo es y no lo ha sido, salvo breves períodos en pocos países. A causa de la forma de su integración y del objetivo de quienes obtienen puestos públicos y de aquellos interesados en vender privilegios o en mantenerlos, es absurdo repetir ese accionar con la meta de obtener resultados distintos. El saqueo de los fondos públicos a través de prebendas o robos obtenidos por representantes de todas las hordas sociales —por definición, violentas y corruptas—. Estos grupos son masas no preparadas, aunque tengan educación y títulos de estudios y su estatus económico sea el de una élite y muchas veces superior, dentro de la élite. Por su parte, los estratos bajos económicos y sociales solo pueden cumplir con el triste papel de comparsas o de borregos llevados con demagogia a las urnas.

En estas condiciones la democracia —ficticia o real— lleva en sus entrañas el germen de su destrucción. Ese pueblo no se da cuenta del engaño oculto en las frases adulantes y las acciones al principio populares, porque son esperadas, pero luego esfumadas en la realidad politiquera y en las acciones dictatoriales, como la persecución de los críticos, la siembra del miedo a través de acciones de violencia contra la legalidad. Las masas no están preparadas para elegir, como también lo demuestra Gran Bretaña con su terrible Brexit. Trump sigue destruyendo la confianza ciudadana en el sistema electoral, ahora ayudado por el Partido Republicano, en retroceso porque quienes se atrevieron a criticar en enero temen perder las elecciones. El apoyo popular al trumpismo demuestra cómo es la masa electoral en Estados Unidos.

En Centroamérica, Bukele tiene un creciente apoyo popular porque algunas de sus decisiones han sido correctas, pero ya dio el primer paso de tirano al defenestrar jueces. Giammattei ejemplifica la desinformación y el intento de un regreso de la etapa militar, a partir del intencional incendio del Congreso y de acciones legales, aunque ilegítimas. El nicaragüense Ortega no merece comentario. Desde luego, los términos empleados para la realidad de hace 25 siglos no pueden ser aplicados de idéntica manera, pero hay equivalentes actuales. La ‘democratización del ejército’ es ahora su inclusión en negocios turbios, ilegales y causantes del riesgo a una república basada en criterios democráticos, aun cuando estos sean endebles. En resumen, en el Istmo hay un fuerte tufo a dictaduras, pero pocos pueden o quieren entenderlo.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.