MIRADOR
Managua de la Asunción
No es difícil visualizar la estrategia del partido MLP y de quienes lo acuerpan. Se trata de posicionar el mensaje —“Somos otra Nicaragua”—, y mejor fuera del país, que es de donde puede venir mayor presión. A partir de ahí, desconocer todo lo que ocurra, particularmente el proceso electoral que tacharán de fraudulento y al que restarán legitimidad. ¡Alea iacta est!
' El mantra de que somos Nicaragua servirá para presentar al mundo la necesidad de convocar esa asamblea constituyente que dé a luz el Estado plurinacional.
Pedro Trujillo
Ese estratégico posicionamiento —que también interesa y beneficia a otros grupos políticos— se reforzará en los meses que quedan hasta las elecciones, y no es descartable que ciertos movimientos —como ya lo hizo Codeca y advirtieron sus dirigentes— generen protestas de esas que terminan con violencia o en negación de zonas: bloqueos, cierres de vías con uso de palos y pinchos, etcétera, con la intención de reivindicar por la fuerza la “ilegitimidad de las elecciones”. Una suerte de movimiento similar al de Bolivia, Colombia, Perú y Chile.
Resaltarán la innegable realidad de la corrupción política que antes no se notaba tanto porque era precisamente la socialdemocracia de la UNE —aquella que condecoró a Fidel Castro y coqueteó con Hugo Chávez y que tenía más de un tercio de diputados y alcaldes— quien pactaba silenciosamente con uno o dos partidos del momento —Líder, PP, FCN…— mientras ahora lo hacen con muchos más, lo que encarece y muestra el modelo tradicional que antes no era tan evidente, aunque igual de caro.
El mantra de que somos Nicaragua servirá para presentar al mundo la necesidad de convocar esa asamblea constituyente que dé a luz el Estado plurinacional que ciertos sectores llevan tiempo promoviendo, pero que, democráticamente, no lo consiguen con votos libres. Se trata de antagonizar, polarizar y tomar el poder a través de procedimientos revolucionarios modernos con aquello de que “el pueblo sea quien decida”, lo que desemboca —como la historia muestra— en regímenes autoritarios como el cubano, el nicaragüense o el venezolano. Olvidamos que quienes así piensan y actúan han sido asiduos visitantes de esos países —o entrenados en ellos— y aprendieron el modelo. Algunos incluso lo pelearon durante el conflicto armado, igual que el “camarada comandante Ortega”, al que hoy desconocen entre dientes, pero a quien imitaron en el pasado.
Anunciada la estrategia, se hará todo lo posible por descalificar, desconocer y anular las elecciones, y se buscará apoyo externo como resonancia allende las fronteras. La alternativa no es mejor, y querrá continuar con el modelo fallido que muchos ciudadanos sostienen con sus votos, porque forman parte de esos grupos de interés beneficiados por quienes lleguen al poder: sindicatos, funcionarios, grupos que reciben subvenciones, contratistas que pagan sobornos y golpistas aficionados. En medio de sándwich, una población hastía que debe de tomarse muy en serio el poder del voto que depositará en las urnas y entender que votar nulo es una opción para zafarse de esos grupos que siguen sus sórdidas peleas entre bambalinas.
La lucha por el poder está en su más sutil efervescencia, y otros, desde el extremo opuesto, la potencian como un par de fuerzas complementarias. Es verdad que hay muy pocas opciones políticas tolerables, respetables y que puedan servir como catalizador de la crisis que padecemos —sobre todo de valores— y que nos lleva a extremos monopolizados y a discusiones intrascendentes. Sin embargo, el país dista mucho de ser una dictadura como Nicaragua —por mucho que se repita—, lo que no quita que la rampante corrupción, la inescrupulosa política o la ineficiencia judicial sean motivos de conformismo.
El tiempo y la historia ponen el destino nacional en sus manos. De usted depende no fallar. Medite su voto.