CATALEJO
McFarland presenta muy sólidos criterios
Los embajadores de Estados Unidos siempre han sido actores de primer orden dentro del panorama político nacional, lo cual no es un secreto para nadie. No tengo como meta hacer juicios de valor acerca del trabajo realizado o de atropellos durante el tiempo de la Guerra Fría, tema actualizado en estos momentos a causa de la novela Tiempos Recios, de Vargas Llosa. El haber ocurrido hace ya casi una setentena de años permite estudiarlos y comentarlos más allá de las emotividades del momento o de los años próximos a determinados hechos históricos. El lunes pasado, el exembajador estadounidense Stephen McFarland ofreció una entrevista cuyo interés se afianza a causa de quién es el declarante, y por eso me parece útil hacer algunas consideraciones.
' Sobresale su señalamiento a la dimensión moral de las políticas respecto a los indocumentados separados de sus familias.
Mario Antonio Sandoval
McFarland fue el segundo de a bordo de la embajada estadounidense y luego la tuvo a su cargo entre 2008 y 2011. Ahora es un ciudadano, no común ni corriente, pero sí libre de las cadenas impuestas a sus puntos de vista cuando era diplomático. Con un criterio no concuerdo: cuando ve a este país como el más interesado en los casos de políticos involucrados con el narco. El riesgo y el daño son para Guatemala y Estados Unidos. Esta preocupación, creo, debe ser mutua y al mismo nivel, aunque por razones diferentes, pero sí debe estar presente en los guatemaltecos por el abandono durante “los últimos 14 meses” del apoyo estricto a la Cicig y a la lucha contra la corrupción, acertadamente calificada como “un impuesto inmenso sobre las empresas y la población”.
Obviamente, en este momento el tema de mayor interés para Guatemala es el de la migración de los guatemaltecos indocumentados, y de las políticas del mandatario Donald Trump a este respecto. En un apretado resumen, concuerdo: la reducción solo será parcial en este éxodo obligado, y se hará en forma “más clandestina”. Las soluciones no son a corto o cortísimo plazo, como lo es todo aquello relacionado con asuntos socioeconómicos. Debido a centrar toda la política estadunidense en este tema, el exembajador McFarland señala el peligro del continuo crecimiento del poder del narcotráfico en el Triángulo Norte, certero criterio de analistas de toda tendencia político-ideológica. Es un problema mucho mayor, especialmente para Estados Unidos.
No recuerdo haber escuchado antes a un exfuncionario estadounidense hablar de la “dimensión moral” de una política. Y lo hace al referirse a la separación en la frontera de familias de indocumentados. Esa acción, realizada desde hace meses, me hace recordar una palabra muy poco conocida y casi nunca empleada, pero presente en el español desde hace mucho tiempo. Me refiero a “sevicia”, derivada del latín, cuyo significado es “crueldad excesiva, trato cruel” (y crueldad es el deleite de hacer sufrir a otros). Ante esto McFarland sugiere, de hecho, mecanismos más humanos, rápidos y eficientes —con lo cual de seguro concordamos la mayoría de los guatemaltecos.
Finalmente, otro criterio señalado con sutileza es la referencia a la posibilidad de cambios y atención “a las causas estructurales de la migración” en caso de una reelección en Estados Unidos. Estas causas penetran en un amplísimo campo y por ello tal frase puede ser interpretada de varias maneras. El exembajador ejemplifica el tipo de personas cuyo trabajo puede ser muy efectivo porque la estancia en el país le permite conocerlo con profundidad, y sobre todo a los actores principales de los entretelones. Tuve oportunidad de conocerlo en su etapa diplomática y al leer sus puntos de vista me afianza la buena impresión de su trabajo, cuando debió representar los complicados intereses del país entonces considerado indiscutible primera potencia mundial.