CATALEJO
Mil millones anuales durante largos 223 años
Los reportes de los organismos del Estado para temas como cuánto dinero debe este a entidades extranjeras (BID, BCIE, etc.) o a instituciones nacionales son una de las fuentes más sólidas para el conocimiento de cómo se encuentra el país realmente y con ello saber si es posible realizar las promesas de campaña politiqueras y de gobiernos aficionados a mentir con la verdad. Esto último significa presentar datos sin explicarlos ni hacerlos fáciles de entender para la mayoría ciudadana. El reporte de operaciones del crédito público presentado el 30 de noviembre anterior expresa, aunque con términos solo comprensibles para los conocedores, un dato en realidad estremecedor: Guatemala debe en total casi Q223 mil millones, la mayor cifra de toda su historia.
Para comprender la inmensidad de semejante suma, basta reducirla a cifras y tiempos fáciles de entender. Si Guatemala pagara un millón de quetzales diarios, el tiempo para cubrir la deuda sería de 611 años; es decir, lo terminará de pagar en el año 2633. En un cálculo de retroceso en el tiempo, para terminarla de pagar hoy, 16 de febrero del 2022, se necesitaría haber comenzado en 1411, o sea 81 años antes de la llegada de Colón a América, y 32 años antes del ingreso de Pedro de Alvarado. Si hubiera comenzado en 1821, para la independencia de España, aun faltarían por pagar Q1,115 millones. Aunque hablo de la suma de la deuda pública con la privada, este ejercicio sirve para llegar a la conclusión de ser imposible solventarla, porque las condiciones actuales del país son muy difíciles y no hay causas reales para pensar en mejoras.
' La deuda pública y privada de Guatemala alcanza los Q223 mil millones. Pocos guatemaltecos tienen conciencia de cuánto representa.
Mario Antonio Sandoval
Estas cifras son el resultado de multiplicaciones y divisiones. No implican tecnicismos ni teorías económicas. Solo sirven, creo yo, para comprender por qué los préstamos a entidades extranjeras supranacionales, si bien son necesarios, también deben implicar planes correctos y sobre todo la eliminación de las tantas acciones corruptas. Por ser un derecho de los guatemaltecos, una de las tareas de las autoridades implica la obligación moral, en especial, de explicar tales cantidades y las razones por las cuales han llegado a ser tan altas. El principal problema es el de la corrupción, a cualquier nivel y aunque sea disfrazada. Si a eso se le agrega la absurda y casi increíble situación política del país, y la captura de las instituciones por grupos politiquero-económicos para llenar la insaciable ansia de romper la ley, simplemente el futuro nacional no existe.
Uno de los problemas es comprender el significado real de las cifras económicas, más cuando se trata de préstamos multimillonarios. La incapacidad real de los ciudadanos y muchas veces de las autoridades, de los economistas y demás conocedores del tema, es simple de entender. Se habla de cifras en millones, y al también ser necesarios millones para pagarlas, entonces se cree fácil. Recuerdo a un profesor de Matemática de mis lejanos años de secundaria, que decía: “Nadie puede entender realmente lo que de veras es un millón de cualquier cosa”. Con los años me he dado cuenta de la certeza de sus palabras. En Guatemala, las consecuencias de la mala educación contribuyen a esta imposibilidad y la mala situación económica la impide.
En cuanto a la corrupción, hace 52 años hablaba con un granjero de Minnesota, quien hacía referencia un alcalde que fue preso por un desfalco de US$100 mil. “Ese dinero”, me dijo, “no debe compararse con el presupuesto del Estado, sino con los ingresos de los ciudadanos. Yo, para ganar esa suma necesito trabajar dos años. Merece castigo quien lo robó en pocos minutos”, señaló. En un país tercermundista, este criterio es todavía más sólido. Las necesidades son enormes, el dinero extranjero se necesita, pero urgen los planes bien hechos y la decencia, factores que si bien nunca fueron demasiado sólidos en el país, ahora no existen. Por eso no hay política, sino politiquería, ni tampoco un respeto y temor por la historia y cómo registrará a quienes han llegado al Estado para el pillaje.