CATALEJO

Motociclistas, una causa de la tensión al conducir

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Un tema de conversación cada vez más recurrente entre automovilistas y conductores de autobuses y camiones lo constituyen las tensiones de manejar vehículos cuando en las calles circulan, según datos oficiales, 2.2 millones de motocicletas, protagonistas de 3,430 accidentes el año pasado, con un promedio diario de tres personas muertas y 12 lesionadas, de edades entre 16 y 28 años. Es un asunto complicado, por sus variadas causas, entre las cuales sobresale la carencia de nuevas calles suficientes para automotores, el malo e insuficiente transporte público y la falta de transporte colectivo en masa, porque las condiciones geográficas del valle de la ciudad de Guatemala lo dificultan muchísimo.

' Las motos son transportes obligados por muchas causas, pero su enorme aumento obliga a educar a quienes las usan.

Mario Antonio Sandoval

Dos buenos reportajes han otorgado cifras de todo esto, uno escrito por José Pablo del Águila, en Prensa Libre, y otro por Adela Solórzano, de La Hora. Entre el 2019 y la mitad del 2022 se agregaron 27 mil motos usadas y 827 mil nuevas, un dato preocupante si se piensa cuántas habrá en unos cinco años. Los efectos de todo esto aumentan a causa de la muerte de jefes de hogar, con su cauda de viudas y huérfanos, pero a mi juicio poca atención se otorga a la tensión sufrida por quienes manejan otro tipo de vehículos, carros, autobuses, camiones, a causa de la forma alocada de los motociclistas para conducirse, muchos sin licencia ni conocimiento de las leyes de tránsito, del peligro de manejar velozmente y de las consecuencias de chocar cuando se conduce una moto.

Quienes usan motos para ir a sus trabajos, a veces llevando de pasajera a la cónyuge o a los niños para llevarlos a la escuela, por lo general son más precavidos. Pero también se dan muchos casos de motoristas rebasando por la izquierda, “culebreando” entre los carriles, y esta es la fuente de la tensión para los conductores de vehículos. A veces no son accidentes en sí, sino rozones causantes de daños leves, como raspones a la pintura o destrucción de espejos retrovisores. Se agrega el incremento de asaltos realizados por motoristas en parejas, e incluso de asesinatos, algunos de ellos filmados por cámaras de seguridad o de transeúntes. Las calles con agujeros o zanjas, llenas de agua por las lluvias, son verdaderas trampas. En suma, un caos prácticamente total.

Son necesarias campañas serias y prolongadas, especialmente a los motoristas, sobre los riesgos de conducir. El motivo es simple: llevan las de perder en caso de un accidente, sobre todo si hay licor y alta velocidad. Su aparecimiento súbito tras los carros u otros vehículos, incluyendo las propias motos conducidas por distintos motoristas, pueden provocar percances mortales. Tales campañas necesitan ser dirigidas también a automovilistas y choferes, así como a quienes manejan motos con motores de gran potencia. Su alto costo las separa de aquellas adquiridas por necesidad ante lo caro y las largas horas desperdiciadas haciendo colas y los asaltos en las camionetas. Por cierto, esto último es un factor de la explosión de motocicletas, aunque no lo parezca.

La venta de motos debería realizarse solamente a quienes hayan aprobado un examen de capacidad. Los castigos deben ser severos cuando haya ebriedad, alta velocidad, zigzagueo y demás. La lista de acciones necesarias es larga y este artículo sólo señala algunas. Según un refrán muy útil, entender un problema es llegar a la mitad de su solución. Si hay motoristas educados y conscientes de sus propios riesgos, provocados por tantas causas, se reducirá el número de accidentes, de “casi accidentes” y de la ya mencionada tensión al resto de ciudadanos. Por último, tampoco se debe olvidar el papel de los peatones, quienes si bien deben ser respetados, están obligados a actuar con responsabilidad.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.