CATALEJO
Navidad en medio de la duda y desesperanza
La Navidad es la fiesta, por excelencia, de los más altos valores positivos del ser humano. El recuerdo del nacimiento de Jesús, en la profunda humildad de un pesebre en el pueblecito de Belén, llena de alegría y despierta las a veces dormidas esperanza, fe y buena voluntad. Pero siempre tiene un lado de tristeza a causa de ser el momento de recordar a nuestros familiares y amigos ya ausentes para siempre, o aquellos con lejanía obligada porque se fueron en busca de un mejor destino para sus familias ya sea llevándoselos o dejándolos con recuerdos y ahora con el dolor de no poder tocarlos, acariciarlos, aunque sea posible verlos y hablarles gracias a la tecnología. Navidad es de todos y cualquier motivo de separación causa dolor y mucho de desesperanza.
Este año, la tristeza es generalizada por motivos de la politiquería nacional. Todos estamos, algo o mucho desconfiados, hastiados, cansados, con miedo adicional al futuro. Esto ha causado rajaduras o rupturas y divisiones en las relaciones familiares y de amistades, en una afrenta al sentido cristiano de perdón y su complemento, el olvido, y por supuesto mantiene la división. Una característica curiosa es ese aumento de la dificultad de perdonar y olvidar, precisamente y sobre todo cuando el amor es profundo, fuerte, añejo. Y entonces una manera de entender ese milenario mensaje cristiano: el de la buena voluntad, cuya profundidad es mucho mayor a la aparente, pero puede ser utilizado con efectividad para lograr la desaparición real y sincera de esas divisiones artificiales.
Como parte de ese mensaje en situaciones como la guatemalteca en este 2023, es necesario, urgente, preguntarse si valen la pena las separaciones, discusiones, gritos, a veces hasta colmados de insultos y palabras soeces. Y también meditar si la desunión decidida y ciega es mejor, es superior, a la unión y amor producto de muchos años. Y hacerlo mientras se cantan villancicos, se ven nacimientos, se escuchan los tradicionales cohetes, se comen los tamales, reyes de esa tradición centenaria, y se bebe el tradicional ponche con piquete, o tal vez algo más espirituoso… es decir, todo aquello causante de lo especial de la navidad chapina. El aguinaldo debe ser espiritual, no material, producto de ver la realidad actual y los cambios negados por los obstinados.
' La increíble situación nacional enturbia la Navidad, porque la envuelve en la dolorosa niebla de un muy futuro incierto.
Mario Antonio Sandoval
Esta vez, especialmente, recordaré con amor y trataré de recuperar siquiera por breve tiempo el espíritu infantil, tanto el mío, como el de mis hijos y nietos, así como la seriedad infantil alrededor del juego con los juguetes, ya sean carritos, pelotas de futbol o muñecas. Como siempre me pasa sentiré la presencia espiritual de los míos ya pertenecientes a una escala superior, a quienes solo se les puede ver con los ojos del recuerdo. Es la ley natural y en este año fueron muchos los llamados a irse. Y pensaré también en quienes sufren por la ausencia de hijos y cónyuges cuyas lágrimas saldrán silenciosamente en la soledad de lejanas, aunque estén acompañados por amigos nacidos de la igualdad de estar en la misma situación desde hace muchos o pocos años. No importa.
Envío mi mensaje a quienes no pueden reunirse con los ausentes porque se fueron, nos antecedieron en el viaje definitivo, pero cuyos espíritus están allí, se sienten, y en especial a quienes no pueden hacerlo porque debieron partir y están lejos del hogar, de su realidad, tal vez llorando por esa ausencia sentida sobre todo en fechas como esta. Ese tipo de separación duele más porque no debería existir, porque es el resultado de búsqueda de mejoras a la familia, aunque sea al doloroso precio de la soledad en tierras lejanas y trate de pasarla en compañía de otros hermanados por la misma situación. A pesar de todo, es necesario agregar a la esperanza de una mejor vida para nuestro país, la obligación de unirse con la tarea individual para lograr ese tan acariciado sueño.