MIRADOR

Nuestros villanos favoritos

A Franklin Delano Roosevelt se le atribuye la frase: “Sí, es un hijo de p…, pero es nuestro hijo de p…”, en referencia al dictador nicaragüense Somoza. Esa fea costumbre de copiar y pegar, o de aplicar directamente las cosas sin filtro tropical, quizá ha generado un comportamiento muy similar.

Allá por 2014 —apenas hace unos desayunos— se publicaba en diferentes medios escritos, televisivos y digitales —nacionales e internacionales— frases como: “Thelma Aldana fue designada en medio de inconformidad de organizaciones de derechos humanos y críticas de la comunidad internacional al trabajo de la Comisión de Postulación, y a la exclusión de la actual fiscal general, Claudia Paz y Paz…”; “…, se suman los señalamientos en su contra por sus supuestos vínculos tanto con el Frente Republicano Guatemalteco y por su presunta cercanía con la vicepresidenta, Roxana Baldetti”; “Según políticos que participaron en esas elecciones, Herrera tenía a por los menos dos candidatos a quienes pidió incluir en la nómina final y quienes serían electos, Luis Alberto Pineda Roca y Thelma Aldana” o “Thelma Aldana fue una de las magistradas que Castresana había declarado “no idóneas” para la Corte Suprema”. Poco tiempo después, la “villana” mutó a “heroína” e incluso pretendió ser presidenta del país.

' Loros vestidos de ciudadanos; altoparlantes con camisa, suéter o corbata; manipulados sin saber quiénes mueven los hilos.

Pedro Trujillo

Recientemente la historia vuelve a repetirse con la magistrada Gloria Porras, no se sabe si porque somos contumaces, desmemoriados o cínicos. Años atrás, las mismas personas y medios que ahora la alaban —como en el caso anterior— decían: “Gloria Porras parece tener un punto flaco: su afinidad por Sandra Torres y el diputado Orlando Blanco”; “Orlando Blanco fue clave en la elección de Gloria Porras como magistrada ante la Corte de Constitucionalidad, tanto en 2011 como en 2016” o “Una negociación oscura, que busca la reelección de Gloria Porras como magistrada a la Corte de Constitucionalidad por el Congreso, trascendió ayer e involucra a la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y a un grupo gremial dirigido por Roberto López Villatoro”. Sin embargo, parece ser que muchos no pueden vivir sin la magistrada Porras, aclamada, igualmente, como heroína nacional a pesar de que la propia Thelma Aldana afirmara en un canal internacional de TV: “Sandra Torres y Gloria Porras equivalen casi a lo mismo… pero equivocación válida porque hay un nexo muy grande … claro, una sola, que equivale a impunidad también”.

El espíritu del presidente Roosevelt parece rencarnarse en ciertos grupos, personajes y medios que en un periquete —sin pudor ni enrojecimiento— pasan de condenar al villano a ensalzar al héroe, y lo rescatan y elevan a la gloria —nunca mejor dicho— con frenesí. De malvada a ídolo apenas hay una cuadra, y la recorren con mensajes repetitivos que utilizan para convencer a un montón de iletrados que ya no saben quién es quién, pero que aplauden irreflexivamente. Se dejan llevar por la corriente de pensamiento publicado y se enredan en discusiones ajenas, sin indagar en un pasado recientísimo que sigue caliente, pero que soslayan.

Esos dos ejemplos —hay otros muchos— deberían hacernos reflexionar sobre cómo nos manipulan y nos dejamos lavar el coco, sin prestar atención a que apenas hace unos años gritábamos justamente lo contrario, aunque tampoco nos dábamos cuenta. Loros vestidos de ciudadanos; altoparlantes estruendosos con camisa, suéter o corbata; manipulados que no advertimos quiénes mueven los hilos y que, como marionetas, nos movemos al jalón de la cuerda.

Don Franklin tenía razón y, aunque sean unos villanos, son nuestros villanos, y los protegemos aún sin entender lo que pasa ni recordar lo que ocurrió hace apenas unos años ¡Vaya nivel el nuestro, compadres!

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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