CATALEJO

Otra decisión errada provoca un retroceso

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El actual Ministerio de Cultura está llamado a ser fuente de bochornos para el gobierno y por eso sus autoridades han debido retroceder. Hace unas semanas el ministro había despedido al poeta Francisco Morales de su cargo de director de la Editorial Cultura. El funcionario, hace un par de días, anunció su intención de hacer cambios a la letra y música de Himno Nacional. Ayer circuló una aclaración cuyo texto termina de demostrar el nivel de ignorancia del expublicista ahora a cargo de esa cartera. Par sorpresa de todos, aún se mantiene en ese cargo, del cual debería ser invitado a salir por su modesto nivel de conocimiento cultural, en este caso sobre qué es un himno y sus características.

' Debe ser aburrido para Giammattei estar impidiendo decisiones erróneas de gente llevada por él mismo a puestos importantes.

Mario Antonio Sandoval

Según el informe del Gobierno, se mantendrá “la versión original” sin modificar la letra de los “versos” y coros. Un himno nacional no es una canción porque se trata de un canto solemne; es decir, formal, majestuoso o imponente. Define la identidad del país e incita a conmoverse al escucharlo. Puede tener una versión protocolaria, corta, con las primeras dos estofas y el coro, y debe poseer el llamado “carácter musical” indicado en las partituras para permitirle a los músicos captar la velocidad de la interpretación. El de Guatemala es majestuoso y ello señala dicha velocidad. Derivado de eso, los himnos no tienen “ritmo”, porque no se pueden bailar. De ahí se deriva una fácil conclusión: cambiarlo o alterarlo de cualquier forma es irrespetarlo.

Cuando los himnos lo son realmente, el texto tienen un número igual de sílabas, generalmente diez, y esto permite cantar el de un país con la música de otro. “Guatemala, feliz que tus aras” se puede cantar con la música de los himnos del resto de Centroamérica y México. “Mexicanos, al grito de guerra”, “saludemos la patria orgullosos”, etc., también encaja en la música de nuestro himno. El Código Penal castiga con cárcel a quien irrespete los símbolos nacionales. La bandera, por ejemplo, no se puede usar como pantaloneta. En cuanto a la interpretación, solo la Orquesta Sinfónica Nacional y la banda marcial pueden hacerlo oficialmente. Ello no implica prohibición para cantarlo en escuelas o estadios. Lejos de ello, eso se debe fomentar para afianzar la alegría de haber nacido en el país.

Ante el tsunami de críticas, ahora sin duda el gobierno cambió su idea original de convertirla en la interpretación del himno por ocho cantantes jóvenes, todos ellos comunes y corrientes, como el representante de Petén, quien tiene “ojos verdes y pelo largo”. Según dijo antes el ministro, las celebraciones son importantes porque la cultura “es un eje de desarrollo económico”. Debe explicar qué quiso decir, pues ciertamente hay relación entre ambos, pero es indirecta. Lo expresado también es prueba de la falta de conciencia y de los riesgos de cambiar símbolos patrios. Me imagino cómo reaccionarían los franceses si un ministro quisiera “poner más atractiva” a La Marsellesa. No tendría necesidad de renunciar, porque en su casa sería notificado del despido.

La razón principal de la crítica es quién originó la idea. Al conversar ayer con el maestro Léster Godínez, este fue uno de los puntos, además de las consideraciones técnicas y musicales de un himno para serlo realmente. Alejandro Giammattei ya debería haberse aburrido de estar sacando la pata metida por sus colaboradores más cercanos, en este caso el ministro ex gerente de Salud, de donde debió salir por razones no oficialmente establecidas. Puestos como un Ministerio de Cultura o una Cancillería necesitan mucha preparación personal en el tema, además de una cultura general incluso mayor a la necesaria para otros cargos. De nuevo, desconocimiento, mediocridad. Este tipo de nombramientos espantan a quienes tienen capacidad de participar en el gobierno.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.