LA BUENA NOTICIA

Para sociedades en crisis, Jesús es el camino

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El evangelio de este domingo sitúa a Jesús, reflexionando con sus discípulos alrededor de la mesa, en una casa amplia de Jerusalén, para celebrar la Cena Pascual, “la Última Cena”, en un contexto de alta tensión, porque las élites político y económicas, militares y religiosas de aquella sociedad, ya habían decidido eliminarlo mediante un proceso amañado, espurio e injusto, reflejo de una sociedad en crisis con una dirigencia corrupta en todos los estratos. Pero Jesús sigue adelante porque le anima su confianza en el Padre que no lo dejará solo, le fortalece su convicción ante la dinámica del Reino por el que ha trabajado toda la vida, y va hacia la entrega de su existencia en la cruz con plena libertad.

' Dos imperativos éticos: la paz y creer, para una alta espiritualidad y un serio compromiso ciudadano con la historia.

Víctor Manuel Ruano

Reflexiona sobre su partida de este mundo y su íntima relación con el Padre, para que hagamos lo mismo. Lo logramos si asumimos a Jesús como “El Camino, La Verdad y La Vida”; es decir, el camino verdadero de toda existencia humana plena de sentido. Su enseñanza desarrollada en un clima íntimo y familiar como la Cena Pascual, evocadora de la gesta liberadora de toda esclavitud, plantea al discípulo de hoy una ruta que, sin descuidar las realidades temporales, trasciende hacia el corazón de Dios, el Padre de Jesús y de todo ser humano que cree en Él y en su Hijo. Sin embargo, mientras recorremos los caminos de la historia hasta concluir en la “casa del Padre”, donde no hay exclusión para nadie, sino espacio para todos, Jesús invita a “no perder la paz” y a “creer”.

Estos dos imperativos éticos: la paz y creer, para una alta espiritualidad y un serio compromiso ciudadano con la historia, son fundamentales para sociedades como la nuestra, que afrontan crisis permanentes en lo social, político y económico, hasta en lo religioso y eclesial. Son, además, exigencias evangélicas que tienen como utopía el Reino y trazan horizontes válidos por donde transitar para no desmayar ni perder la esperanza en esta nación que va como “nave al garete”.

Jesús es un referente irrefutable y una ruta confiada a seguir, en el empeño por hacer de nuestras comunidades espacios para ir gestando la nueva sociedad guatemalteca, hoy capturada por redes de corrupción, de criminalidad e impunidad, promovidas desde el mismo Estado y de quienes gobiernan, puesto que se alejaron de sus principales responsabilidades: la construcción “del bien común, de la consolidación del régimen de legalidad, seguridad, justicia, libertad y paz” (CEG).

Hoy tenemos un país desmantelado en sus instituciones, en su ordenamiento jurídico y en su dinámica social y política y, ahora esta enrolado en un proceso electoral que arrancó con muy malos augurios, porque el Tribunal Supremo Electoral no ha cumplido con su función, al no trabajar con independencia, al admitir influencias de poderes fácticos y mostrarse en complicidad con los poderes del Estado, de manera que perdió credibilidad. (Cf. CEG). Estamos asistiendo a uno de los procesos electorales más vulnerables y manipulados en 36 años. Esto viene a agudizar la crisis social y política que vivimos.

En este contexto recibimos las enseñanzas de Jesús como luz que ilumina el laberinto en que vivimos. En ese sentido es importante no perder la paz, como actitud fundamental en tiempos de crisis; creer en el Dios verdadero, que es el que Jesús mostró con hechos y palabras, es “el Dios de los pobres”, de la justicia social y de la vida digna y plena para todos. Por eso también los cristianos nos comprometemos para “hacer realidad los anhelos de una patria mejor, de un país más humano, fraterno y donde sea posible vivir y respirar libertad, sin miedo y sin necesidad de tener que emigrar” (CEG).

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.