CATALEJO

Política real necesita de buenas personas

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La expresión “buena persona” es muy amplia porque dice mucho y puede no decir nada, aunque denota intenciones positivas. La expresión contraria, “mala persona”, aunque también puede decir poco, es directa y se refiere a pensamientos y acciones carentes de bondad, nocivas, contrarias a la razón. Cada vez más, la generalidad de los ciudadanos considera malas personas a los políticos y a quienes ejercen el poder estatal en la sociedad. En países como los nuestros la corrupción es una de las muchas razones de esto, así como el incumplimiento de promesas, sobre todo de los politiqueros populistas, convincentes por corto tiempo de duración ante la realidad tangible y el también innegable fracaso de las promesas de otros grupos políticos.

En Guatemala existe la costumbre de echar la culpa de los males del país a quienes tienen el poder político. En tiempo de los gobiernos militares sus acciones provocaron la esperanza popular de mejoras si fueran encabezados por civiles. Estos también han fracasado. Los votantes comenzaron a extrañar a los militares por y por ello votaron por un golpista, por ejemplo, y fue más notorio el fracaso de todos los gobiernos y los presidentes. Llegamos a estar como nos encontramos ahora, a punto de perder los escasos beneficios de una democracia, aunque sea al estilo tropical como la de hoy, para caer en una dictadura ya abierta o en un gobierno regido por personas sin experiencia, como El Salvador, Perú, Chile, o populistas como es el caso de Honduras y México.

Un elemento nuevo, desde hace pocos años, es la participación de la mujer en política, elecciones o expresión de opiniones en las columnas de la prensa escrita independiente y ahora en los medios serios transmitidos por las redes sociales. La política guatemalteca, aunque sea un ejemplo de politiquería, ha visto el aumento de la participación femenina y con ello llegar a puestos de importancia. Sin embargo, así como ocurrió con los politiqueros varones, en demasiados casos han protagonizado crecientes acciones repudiables y/o ilegales. La razón: han sido malas personas. Esto no significa rechazo a la mujer por su calidad femenina, su sexo —no género, que se refiere a objetos, no a personas—, pero han disminuido sus cualidades personales y buenas intenciones necesarias.

' Quienes deseen participar en política, no en politiquería, deben ser aquellos a quienes se les puede calificar como buenas personas.

Mario Antonio Sandoval

Al analizar las acciones femeninas al desempeñar cargos en el Congreso, el gabinete, el Ejecutivo, etcétera, saltan las sospechas. La adhesión femenina a los supuestos partidos políticos de Guatemala no ha mejorado nada y el peor efecto en una sociedad machista como la guatemalteca es permitir a los misóginos utilizar estas actitudes en contra de la participación de las mujeres, pero también desmotivar a quienes son buenas personas a involucrarse en el manejo de la vida del país. Esto contribuye al atraso nacional, pues por otro lado es evidente el interés femenino en hacer las cosas bien hechas como se comprueba en muchas otras actividades desempeñadas por ellas en los más diversos ámbitos del derecho, medicina, humanidades, magisterio, etcétera.

Fuera de las actividades políticas es un hecho innegable el avance de la mujer en las áreas citadinas, aunque permanezcan lacras terribles y vergonzosas como la impune violencia doméstica y asesinatos, con su cauda de huérfanos. En el área rural esta realidad se manifiesta con los escasos éxitos de lograr justicia a violaciones perpetradas hace muchos años. Pero falta mucho. La participación de buenas mujeres en la política podrá lograr la urgente erradicación de la politiquería. Urgen también campañas para explicar la violencia a las claras y la escondida por presiones psicológicas. Los problemas políticos tienen demasiadas ramificaciones, muchas veces escondidas. Mujeres-buenas-personas tienen un amplio camino frente a ellas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.