CATALEJO

Por qué el liberalismo recibe exitosos ataques

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La actual andanada en el mundo y especialmente América Latina contra el liberalismo —o neoliberalismo, si se quiere— hace pensar a analistas serios cómo se puede explicarlo, lo cual es necesario a pesar de sus grandes ventajas. Chile, Colombia y Perú son ejemplos: sus economías mejoraron el nivel de vida de muchos ciudadanos, pero luego la mayoría aceptó el mensaje negativo de los grupos interesados en retroceder esos avances e instalar dictaduras. A mi criterio, quienes aceptan esa doctrina económica liberal cometieron desde el principio el error de bogar por la libertad a secas, basada en lo legal, pero sin ponerle límites para no volverla libertinaje, al olvidar lo humano y lo social y evitar con ello los efectos de la codicia y avaricia imparables.

' La tarea debe ser una autocrítica de por qué no se ha podido o logrado divulgar bien los beneficios del capitalismo con normas legales.

Mario Antonio Sandoval

Es un error ver al mercado —producto humano, perfectible y necesitado de normas— como el único árbitro de toda actividad económica, porque tiene varias facetas adicionales. La libertad expresada de manera simplista, sin explicar para qué y por qué, es contraproducente en una sociedad sin la cultura necesaria para entenderla, y con el riesgo del hartazgo de la población mayoritaria y de maniobras electoreras. Este concepto no es solo económico y se le agrega la equivocación de utilizar una teoría con la base teórica de lograr el beneficio mayoritario exclusivamente gracias a la acción individual. Por eso los grupos deseosos de instalar dictaduras logran apoyo a sus engañosas causas con la simple estrategia de señalar las diferencias socioeconómicas.

Lo contrario al liberalismo centrado en el individuo es el estatismo colectivo, imposible de lograr porque está lleno de falacias —mentiras ocultas en aparentes verdades—. El ser humano tiene variados y complicados derechos inalienables, pero su defensa simplista produce resultados opuestos. Esta teoría busca el éxito de cada persona, lo cual obviamente no significa igualdad de todos, por ser imposible. La clase media en sus varios niveles es la verdadera fuente principal del éxito y por ello la pequeña y mediana empresa, no la gran empresa, tienen más importancia. Eso explica el ataque sistemático de los estatistas a todos aquellos emprendedores de menor fuerza e influencia económicas. El gran reto es cómo convencer a la sociedad de estas verdades.

El papel del Estado es importante, pero no puede ser dirigido por improvisados. Es absurdo luchar para eliminarlo, pero necesita normas para facilitar ese beneficio a más personas. En países como Guatemala, el triunfo logrado con la caída del muro de Berlín se desvaneció porque demasiados dirigentes y élites lo consideraron una guerra total ganada y no solo una batalla victoriosa. Renunciaron a la necesidad de vigilar para evitar el renacimiento socialista y ahora causa preocupación el avance de quienes se adaptaron a los tiempos y aprovecharon los yerros libertarios. Decirlo no implica rechazar la filosofía y los principios liberales, sino solo tratar de buscar explicaciones evidentes del apoyo popular a los nefastos y fracasados populistas.

Políticamente hablando, este liberalismo tiene la imagen en nuestros países de ser hermano de la corrupción, lo cual no es cierto, pero ocurre, como también pasa en el estatismo. La solución, creo, es dejar cualquier extremo y acercarse al justo medio, siguiendo la doctrina ética de Aristóteles. Los extremos, aunque contrarios, son igualmente peligrosos y la astucia para debilitar el riesgo incluye aplicar el dicho “del enemigo, el consejo”. El beneficio se logrará cuando los extremistas digan cuánto ofrecen ceder en lo económico, político y social, a fin de lograr un acuerdo a largo plazo, indispensable para avanzar en el verdadero desarrollo en un país con las complejidades étnicas y culturales de Guatemala. La derrota del populismo requiere divulgar sus graves inconvenientes.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.