Catalejo

Por qué se impone una disculpa oficial del COI

El COI debe disculparse por ofender a miles de millones, al romper los criterios tradicionales de esa institución deportiva.

La ceremonia inicial de las olimpíadas de París, a causa de con factores ajenos al olimpismo, aunque no fuera ese su objetivo ofendió a potencialmente millones de personas, los seguidores de alguna religión. La pintura de una bacanal (Vijilert, holandés, siglo XVII) fue presentada como una burla de la Última Cena, de da Vinci, y un personaje central semidesnudo pintado de azul, una niña, y otros con vestimenta “drag queen”, un tipo de baile vodevilesco de hombres con vestido, vestimenta y maquillaje femeninos y viceversa. El olimpismo debe ser “laico” en todo, y no atacar ni promover lo ofensivo para miles de millones de personas, quienes tienen derecho a no ser sorprendidas por decisiones “progresistas”.


El Comité Olímpico Internacional (COI) y su contraparte francesa deben disculparse de manera seria y tomar medidas drásticas contra quien decidió eso por demostrar falta de sentido común para prever reacciones. Entre las inmediatas críticas sobresalen las religiosas, pero la ofensa abarca a cualquier creyente de otra religión o ateo. Entre las metidas de pata, a) dar libertad absoluta al diseñador, de apellido Jolie, homosexual; b) representar a la Muerte con un jinete oculto sobre un caballo metálico. De inmediato, adeptos a otras religiones del mundo enviaron críticas de base religiosa, y siguen. Las olimpíadas pasaron a segundo plano. Es una lástima todo el espectáculo preparado.


Las figuras centrales fueron un grotesco personaje pintado de azul y acostado sobre la mesa, la decapitación de la reina María Antonieta y un ser humano llamado Bárbara Botch, de unas 300 libras de peso, quien se identifica como “lesbiana, gorda, judía y queer”, de lo cual “está orgullosa”. Una niña de doce años al lado de seres asexuados. Comprobó la conexión el símbolo de los anillos del COI en el anca del caballo y por eso hubo pleno conocimiento de la ruptura de la centenaria tradición de presentar solo temas deportivos y ejemplos de arte universal. También la reina María Antonieta fue “decapitada”. Empresas estadounidenses retiraron su publicidad, algunos atletas se han ido, y peligran los diez millones de turistas y su aporte de 63 mil millones de dólares.

El olimpismo debe ser “laico” en todo, y no atacar ni promover lo ofensivo para miles de millones de personas.


No es cuestión de religión o política. Independientemente del criterio personal, no cabe en una ceremonia olímpica insinuar un acto sexual entre tres personas, ni promover lo relacionado con nuevas divisiones intelectuales humanas. Como resultado, una ceremonia en muchos aspectos espectacular quedó en el olvido y se recordará este irrespeto al derecho humano de ser respetadas sus creencias, y de no verse obligados a observar sin su conocimiento ni autorización apologías al paganismo. Es un alud causado por una piedra de mal gusto y ofensiva. Una cosa es ser ateo, incluso, y otra muy distinta irrespetar a los creyentes, porque se toca la fe, por la cual alguien decide aceptar verdades de temas imposibles de comprobar. Pero ese es otro tema, ajeno al irrespeto irreverente e irracional.


No todas las ideas son buenas ni todo se puede decir o implicar ante multitudes de religión, etnia, raza y criterios distintos. El COI lo hizo, por sentirse contestatario y rebelde, pero nadie contó con el derecho de expresión de quienes piensan distinto pero respetan las religiones actuales y no aceptan la promoción de antiguas religiones paganas. Quienes integran la entidad deportiva tampoco tenían derecho a proyectar sus propios criterios y opiniones, al ser un derecho humano. Los homosexuales mayoritarios también fueron afectados, porque serlo no significa apoyar o no rechazar a los “elegetebianos”. La discusión seguirá y el COI recibirá más crítica y rechazo justificados.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.