CATALEJO

Posibles consecuencias de un nuevo terremoto

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Ayer se cumplieron 45 años del terremoto del 4 de febrero de 1976, la tragedia natural tectónica más grande del siglo pasado en Guatemala. Es preciso recordarlo porque cada vez se esfuma más en la memoria colectiva nacional, y es explicable. Apenas el 11% de quienes vivimos hoy lo sufrió y lo recuerda como una experiencia escalofriante inolvidable. Ese año la población era de 6.6 millones, y por tanto los 23 mil muertos significaron un tercio del 1%; los 77 mil heridos graves, un 1%, y el millón 200 mil de personas sin hogar, un 18%. Lo recordamos quienes tenemos más de 50 años, alrededor de dos millones de personas. En Guatemala tiembla a diario. Desde enero han ocurrido 41 sismos sensibles, de un total de 903 registrados por el Insivumeh.

' La reciente actividad sísmica en el Pacífico podría significar la cercanía de un terremoto. Sus consecuencias son impredecibles.

Mario Antonio Sandoval

Quienes lo vivimos fuimos testigos de algunas de las cualidades del guatemalteco. Recuerdo la fila silenciosa que se formó en una gasolinera, donde los automovilistas ayudaban a sacar combustible voluntariamente racionado, dándole vuelta a una manivela, al no haber electricidad. O vecinos de los municipios destrozados bajando con eficiencia víveres y medicinas transportadas en los gigantescos helicópteros estadounidenses Chinook, (que volvieron a aparecer hace tres meses para ayudar a las áreas inundadas por las depresiones tropicales). Los esfuerzos de la gente por ayudar a sus vecinos, sobre todo a los refugiados en carpas improvisadas. Fueron varias semanas de solidaridad, de dormir en jardines, parques, calles. El conflicto armado interno se detuvo y la corrupción amainó.

Los constantes sismos localizados desde enero en el Pacífico me hacen recordar el seguro terremoto en una de las dos principales fallas del país, la del Motagua y la del Polochic. La población y el país no están preparados, mientras se acerca el tiempo promedio de activación tectónica. Las consecuencias de un movimiento similar al de 1976, si se proporcionan con los datos actuales de la población, serían terribles. Es una proyección hipotética, para permitir a los guatemaltecos de hoy pensar en la posibilidad y las consecuencias de un sismo de gran magnitud. Mataría, en números redondos, a 70 mil personas y dejaría a 3.3 millones sin hogar, al destruirse 707 mil viviendas en las áreas afectadas. Hoy, la mejor calidad de las construcciones concede cierto optimismo.

Los terremotos no dañan las fuentes de alimento, pero sí lo hacen con las obras de infraestructura: calles, carreteras, puentes, etc. A largo plazo, afectan a la educación al echar por tierra las escuelas y ocurre lo mismo con hospitales y centros de salud. No tiene culpa ese 89% de la población que desconoce cómo es y qué significa un terremoto, pero sí la tienen las autoridades porque no han realizado campañas de concienciación. No solo de la certeza de un sismo, sino de cómo estar constantemente preparados por medio de planes de evacuación diurna o nocturna, cómo actuar en calles y carreteras, y demás. Existe en el subconsciente colectivo la percepción de los terremotos y eso puede facilitar las oportunas acciones para disminuir sus efectos.

También se debe mencionar la urgencia de no talar bosques para construcciones o de mantener la ahora casi criminal costumbre de hacer las “rozas” o el desvío o muerte de ríos por razones agroindustriales. Eso demuestra también la interrelación de factores dentro del apremiante esfuerzo para lograr el desarrollo sostenible y beneficios generalizados para la población. La experiencia de vivir un terremoto es inolvidable porque la mayoría de personas siente mucho miedo. Los mayas tenían en Kaprakán al Señor de los Volcanes, en algunos casos orígenes de terremotos. La Madre Tierra se revuelve y agita cuando los seres humanos la vulneran. Tal vez los sismos actuales en el Pacífico son advertencias de cómo estamos actuando los guatemaltecos. Tal vez…

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.