CATALEJO

Presión pública obliga a un tercer retroceso

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Jimmy Morales no entiende estar suficientemente apaleado, y sigue con sus decisiones absurdas, solo posibles si se realizan en secreto. Eso pasó con los aviones argentinos: al descubrirse la patraña se derrumbó. Luego cometió otro absurdo político, diplomático y sobre todo humano: haber aceptado la presión estadounidense o, peor aún, haberla ofrecido de manera vergonzosa para convertir a Guatemala en ese muro antiinmigrantes soñado por Trump, con el antecedente de haber recibido la oferta de “mano de obra barata guatemalteca” para construir el muro físico entre Estados Unidos y México. Ayer, el gobierno moralesco se vio obligado a “reprogramar” el encuentro, debido a “las especulaciones surgidas y las acciones legales interpuestas” ante la CC.

También queda evidenciada, sin duda, la escasa capacidad del uso lingüístico dentro del gobierno. La especulación es una conjetura, es decir un juicio de algo formado por observaciones e indicios, y estos permiten conocer o inferir la existencia de algo. En estos dos casos, el secretismo de las acciones del equipo de gobierno permite llevar a las conclusiones ciudadanas causantes del obligado y, sobre todo, vergonzoso retroceso gubernativo. Por aparte, si no se iba a firmar nada, como había dicho antes la cancillería, no tiene sentido hablar de “reprogramación”, palabra cuyo significado se le debe preguntar al gobierno, porque no pertenece al español. A mi juicio, Trump dio marcha atrás al medir nuevo rechazo, incrementado por la cacería de indocumentados iniciada ayer.

' El gobierno decidió “reprogramar” la reunión Jimmy Morales-Donald Trump mientras se arregla lo legal. Es decir, nunca.

Mario Antonio Sandoval

El tema de este artículo, como el de los aviones argentinos, a mi juicio quedó enterrado. Constituye vergüenza ajena para los guatemaltecos enterarse de los absurdos de alguien cada vez con menos acompañantes en la tarea de gobierno. Comienza a saberse de la deserción de quienes alegremente se subieron al barco cuando el voto de rechazo a Sandra Torres en la anterior elección comenzó a
vislumbrar la victoria del 2015, gracias a ciudadanos hoy arrepentidos y avergonzados ante lo realizado por este gobierno. Dentro de 28 días se celebrará la segunda vuelta y se conocerá el nombre de quien ocupe la silla presidencial, pero cada vez se evidencia más el peligro para el país durante el período entre el 12 de agosto y el 14 de enero a las 14 horas.

Ha sido estruendoso el silencio de las entidades representativas de varios sectores, independientemente de sus signos y criterios ideológicos. Los números no cesan: el viernes se supo de la expulsión, en tres días, de gente de países poco comunes: India, Bangladesh, Camerún, Eritrea y Malí. Se agregan Brasil, Chile, México, Haití, Honduras y El Salvador. Hay 164 adultos y 64 niños, y esto suma 218 diarios, es decir poco menos de 80 mil anuales. No son cifras, sino seres humanos, agregados a los guatemaltecos con tantas necesidades de todo tipo, víctimas directas o indirectas de la corrupción generalizada, vergonzosa y ascendente desde hace años. No se debe “reprogramar” nada, sino en realidad pedir disculpas a la ciudadanía guatemalteca.

Existe una calma chicha político-electoral. El viento político no se mueve, y el interés popular en las elecciones disminuye y es sustituido por estas fantochadas presidenciales. La fase previa al choque definitivo puede ser agitada, pero hoy en Guatemala se ha detenido y causa desinterés por el proselitismo de los dos contrincantes. Se explica porque las acciones presidenciales y de su “rosca” interna de gobierno siguen siendo ejemplos de toda clase de errores casi inconmensurables e increíbles. El tema de la segunda vuelta se ha reducido a un par de noticias en los medios y a unas cuantas columnas de opinión. Una forma adicional de pensar es considerar esto como un plan siniestro para desviar la atención ciudadana, mientras se toman decisiones peores.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.