CATALEJO

Principia el largo final del oligarca Vladímir

|

Desde cuando nacen los imperios, quienes los manejan como monarquías absolutas y sus adláteres, convertidos en simples peones acatadores de órdenes, comienzan a temer la fecha de su caída. Egocéntricos, incapaces intelectualmente para interpretar los acontecimientos internos y externos, es natural la radicalización de sus caprichos, satisfechos a costa de las necesidades del pueblo, y les es imposible actuar de manera diferente. Los procesos de desintegración no necesariamente son rápidos, pero aunque de pasos pequeños, no se detienen. Rusia, con sus largos veinte años de ser manejada al antojo de un exmiembro de la agencia de espionaje KGB, ahora con otro nombre, se puede calificar como un país a punto del derrumbe, consecuencia de los errores de su máximo dirigente.

' La visita del Papa a la embajada rusa en El Vaticano demostró el poder moral católico. El aplauso bipartidista en el Senado abofeteó al trumpismo.

Mario Antonio Sandoval

Luego de un brevísimo período donde pareció haber libertad, aparecieron las acciones de coartar a toda la prensa independiente y renació el periodismo como parte del aparato estatal, olvidando la lapidaria frase napoleónica de que “lo único que no puede hacerse con las armas es sentarse en ellas”. La obsesión rusa de ser una potencia militar y política se manifestó en la lucha por la conquista del espacio desde 1957, y por la presión asfixiante en los países de Europa Oriental, todos caídos en las garras rusas. A esto se sumó su participación, con veto, en el Consejo de Seguridad de la ONU, decisión aceptada por un Occidente errado en sus análisis por el desconocimiento de la mentalidad e historia soviética, lo cual se comprobó con el veto ruso en la decisión sobre Ucrania.

Putin se ha destacado por su fría expresión, donde se esconden sus verdaderas intenciones. Pero en Ucrania perdió la cabeza. Quiere mandar en el mundo, solo que esta vez la idea de utilizar armas atómicas es una locura incalificable, porque puede acabar con la raza humana. No ha querido ver lo evidente: una guerra está perdida cuando el pueblo sale a las calles a defender su patria, sabedor del riesgo de perder su país. Y para más cólera del oligarca, lo hacen con cócteles molotov, inventados en la Unión Soviética durante la invasión nazi. Una sola botella con gasolina en llamas y lanzada contra un tanque de US$11 millones es suficiente para destruirlo. El efecto en las tropas invasoras es devastador, así como la mentira a los soldados rusos sobre su misión en Ucrania.

Guatemala será afectada a causa de la corrupción de Giammattei y su parejita sentimental, ahora multimillonario con dinero posiblemente ruso otorgado para un centro comercial en Cotzumalguapa, la compra de vacunas Sputnik que solo pueden preservarse a muy baja temperatura, y la presunta alfombra con dinero en efectivo para autorizar trabajos de extracción minera en Izabal, a orillas del lago, cuyos terrenos quedarán desérticos. Ese amantazgo lo pagará caro Guatemala y mientras tanto avanzan las argucias para quitarse de encima a la oposición y preparar el camino para una nueva Carta Magna que permita la reelección, en contubernio con algunos oligarcas nacionales, al estilo de Daniel Ortega. La dictadura se consolida.

En todo caso, la fortuna que pudo haber hecho Giammattei en estos dos años nunca se podrá comparar con los US$2 mil millones, palacetes, yates y aviones de Putin, oligarca y repartidor de empresas del Estado entre sus amigos. En Moscú abundan los Roll Royce. Ni en Inglaterra hay tantos… Quienes apoyan la invasión a Ucrania son locos o malintencionados. Putin sacó de su neutralidad a Suecia, Finlandia y Suiza, y las empresas occidentales decentes decidieron cortar lazos comerciales con Rusia, que ve con estupor la presión económico-política. Putin ya se dio cuenta de su error, imposibilitado de tomar represalias contra Estados Unidos y la OTAN, que con astucia aporta armas, sin intervenir con una acción bélica propia. No se puede ganar una guerra cuando en tiempo real el mundo puede ver a valientes ancianos enfrentándose a las fuerzas invasoras. El alto al fuego humanitario solo acicatea la exigencia de un cese definitivo de hostilidades.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.