Pluma invitada
¿Qué perspectiva prefieres?
La actitud con que enfrentamos lo que nos toca vivir puede transformar la adversidad en una fuente de fuerza.
“Ser desafiado en la vida es inevitable, ser derrotado es opcional”, Roger Crawford, tenista con una historia de vida admirable.
La vida, dicen, es un camino donde a veces se camina sobre pétalos de rosas y otras se tropieza con piedras. He visto cómo algunas personas parecen tener un toque dorado; aun en medio de las dificultades, siempre salen adelante con ideas brillantes. Se enfrentan a la adversidad con una actitud que transforma los retos en oportunidades y piensan en el “sí se puede”, en lugar de buscar excusas o quebrarse. Por otro lado están quienes parecen estar siempre bajo una nube de tormenta. No importa la ocasión, su mundo parece un caos constante y el éxito se les escapa como agua entre los dedos.
Es aquí donde entra un concepto interesante que aprendí del budismo: todo es cuestión de cómo miramos las cosas. Buda enseñó que el sufrimiento surge de resistirnos a cómo son las cosas en realidad y a querer aferrarnos a cómo nos gustaría que fueran. Cuando la vida se tuerce y no hay nada que podamos hacer para enderezarla, el budismo sugiere que fluyamos con ella, que nos adaptemos sin resistencia. Es un poco como navegar con el viento en lugar de contra él. Debemos aprender a analizar las diferentes perspectivas de las situaciones para realmente profundizar en el reto que se nos presenta. La primera perspectiva puede ser que el mundo se nos derrumba y no nos queda otra alternativa más que sucumbir ante el obstáculo. Si nos quedamos con esa primera perspectiva, es casi seguro que caeremos, pero es aquí donde invito a los queridos lectores a buscar otras perspectivas. ¿Qué pasa si miramos al mismo problema de otra manera? ¿Qué pasa si no lo vemos como un problema, sino como una posibilidad de aprender? Ralph Waldo Emerson decía: “Los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen alumno no se perdería”. A mi parecer, creo que tiene razón.
Entonces, ¿qué camino tomamos? ¿Nos quedamos estancados lamentando cada obstáculo? ¿o aprendemos a ver cada tropiezo como una oportunidad para levantarnos y seguir adelante con más sabiduría? La actitud con que enfrentamos lo que nos toca vivir puede transformar la adversidad en una fuente de fuerza y el éxito, en algo más que una meta; en una forma de viajar por la vida.
Se trata de trabajar y construir el nuevo resultado que queremos.
La vida nos lanza desafíos para ver qué hacemos con ellos. Podemos quejarnos por cada piedra en el camino o podemos construir escalones hacia algo mejor. Y aquí quiero hacer énfasis en la palabra “construir”. Para ser resilientes y salir victoriosos de la batalla, se debe trabajar y tomar las acciones en la ruta correcta. No se trata de quedarnos cruzados de brazos y esperar que la ola nos alcance y nos ahogue. Se trata de trabajar y construir el nuevo resultado que queremos.
Yo veo a mis hijos jugar con piezas de Lego y me doy cuenta de la creatividad que tienen para armar figuras diferentes con las mismas piezas. El resultado final que se muestra en la caja puede ser un carro espectacular o algún personaje de su película favorita, pero el verdadero arte de los legos no está en seguir las instrucciones al pie de la letra del manual, sino más bien en armar figuras novedosas a partir de las mismas piezas, y con ello tener resultados más extraordinarios que el objetivo inicial.
La vida es igual. Podemos seguir el manual y frustrarnos cuando el resultado no sea el esperado o bien podemos tomar las piezas que nos da la vida, verlas con diferentes perspectivas y asombrarnos de lo que podemos lograr si construimos un futuro que, aunque diferente, sea aún mejor. La decisión es nuestra.