CATALEJO
Reflexiones ante una reelección inevitable
Nayib Bukele se reelegirá el domingo por la vía de los votos de los salvadoreños. En dos platos, será así. Un resultado distinto es casi imposible. Por tener alguna popularidad en la población guatemalteca, el interés estará centrado en conocer si el porcentaje de votos obtenidos es igual, mayor o menor y cómo se relaciona esto con los Derechos Humanos. Esto incluye la tácita idea del presidente salvadoreño de utilizar el eufemismo común en los reportes militares de considerar “bajas colaterales” a quienes eran inocentes y por tanto con Derechos Humanos. Los resultados del llamado “bukelismo político” son populares dentro e interesantes fuera, y derivan de la aceptación de la idea “el fin justifica los medios”, atribuida a Maquiavelo hace cinco siglos.
' La efectiva lucha antimaras comienza a ser analizada para calificar el cómo se han hecho. Y eso, en sí, es bueno.
Mario Antonio Sandoval
El tema de la reelección presidencial es tabú en el pensamiento colectivo guatemalteco. Jorge Ubico fue reelecto tres veces porque un Congreso dócil y obediente declaró “suspendido” el artículo 66 constitucional. En Nicaragua, Daniel Ortega se ha reelecto cinco veces y ahora la vicepresidenta es su esposa, Rosario Murillo. Esta reelección de Bukele es posible porque el Tribunal Constitucional, también dócil y obediente, decidió permitirlo, por lo cual Bukele se inscribió como candidato y aplicando una posibilidad legal beneficiosa para él y escogió a una designada constitucional. El jueves, Prensa Libre publicó un trabajo sobre el interés y la opinión hacia Bukele en los distintos sectores guatemaltecos, cuyos resultados son dignos de ser tomados el cuenta.
Al 65% de los guatemaltecos estudiados les gusta la destrucción de las pandillas, y al 62% les disgustan las violaciones a los Derechos Humanos. Al 14% les agrada la idea de reelección; al 20% les disgusta, pero el 66% es neutro. Es preocupante porque podría significar apoyo a esta posibilidad prohibida en la Constitución. Ciertamente, el poder de las maras en Guatemala está subiendo, pero aún no ha llegado a los excesos en El Salvador, elemento crucial en la primera elección de Bukele, y se explica el interés nacional sobre cómo se debe combatir esto, en especial porque el ministro de Gobernación ya anunció la decisión de no aplicarlo en Guatemala, porque los resultados serían contraproducentes. Esto aumenta el interés del tema, sobre todo en esta etapa.
La popularidad de un político basada en resultados inmediatos de acciones necesarias y justificadas en su esencia y concepto, al principio es aceptada porque no se notan las consecuencias. Conforme pasa el tiempo comienza a verse con otros ojos y esta aceptación puede reflejarse en aumento o disminución de los votos en una segunda elección, cuando esos efectos ya se conocen. La aceptación se mantiene en el qué se debe hacer, pero está en riesgo cuando los efectos iniciales del cómo ya muestran sus defectos lamentables. Se trata entonces de corregir el rumbo. Pero debido a la popularidad se cae, irónicamente, en el autoconvencimiento de estar correcto siempre y por ello considerar a cualquier sugerencia distinta un apoyo al regreso del nefasto pasado.
Los hechos ocurridos en países extranjeros, sobre todo los centroamericanos, necesitan especial atención. Hay cercanía geográfica, diferencias de regímenes y obvia interrelación de las decisiones de un país, indudablemente relacionadas entre sí y con efectos cercanos o lejanos pero indudables. La elección de noviembre en Estados Unidos constituye otro ejemplo. Con ese pensamiento los guatemaltecos debemos abandonar la idea de superioridad dentro del istmo y analizar resultados de hechos similares a fin de buscar las razones, analizar si existen o han existido algunas o muchas parecidas, así como considerar las medidas necesarias para evitar los efectos negativos de decisiones electorales poco meditadas. El momento político hace un buen marco de referencia.