MIRADOR
Rescoldos de un incendio
No termina el drama, sino que comienza a percibirse el impacto real de lo que ha hecho —y dejado de hacer— esta caterva de sinvergüenzas. La cartera de Educación se entrega en las peores condiciones que la memoria histórica recuerda. Una ministra anodina y absolutamente inútil ha sentenciado el futuro de centenares de miles de alumnos que se han quedado atorados en el 2020, y en unos años padecerán —padeceremos— su falta de competencias, producto de su corrompida gestión. La salud sigue como inició: sin avances perceptibles y con estancamientos organizativos. Miles de millones gastados en medicamentos, inútiles muchos de ellos, pero con protección judicial o favores del registro sanitario. La infraestructura del país está hecha un desastre, y únicamente es aplaudida por los dueños de talleres mecánicos, porque el vehículo se va quedando —cuando no el físico— en agujeros, rajaduras, baches o deslaves. La estatización de la autopista al puerto solo hay que verla para sacar conclusiones de lo que significa la depredación pública y —tragándose la ideologización— la ventaja que representa la acción privada. De la justicia se ha dicho casi todo, y es difícil escribir una frase original. El sistema se ha venido manoseando —desde hace años, aunque a algunos les duela reconocerlo— y con este gobierno se ha perfeccionado el pillaje, la venganza y continuado la aplicación interesada y vengativa.
' Con lo que no contaban todos esos delincuentes —y políticos narcos— es con el cambio de tiempos, en el que todo es más visible; ni tampoco con el hartazgo ciudadano.
Pedro Trujillo
Con todo, el ciudadano —libre y democráticamente— ha elegido un Congreso muy parecido al actual, que consolidará un Poder Judicial muy similar al existente, con lo que parece no querer muchos cambios o desearlos sin tomar las acciones pertinentes. El Ejecutivo será muy diferente y es de esperar que trace un rumbo de cambio o por lo menos de contraste con esa otra realidad que ofrecerán diputados y alcaldes.
En unos meses conoceremos lo que este gobierno basura que termina ha dejado en pie, si todavía hay algo erguido, o escarbaremos en las ruinas que ya se miran por doquier. Giammattei ha resultado ser “un hijo de fruta más”, o quizá el mayor de todos los que han pasado por la casa presidencial —que no han sido pocos— y dejado que su pareja —como hizo Colom o Pérez Molina con las suyas— sea quien mangonee y manosee el Estado. Con lo que no contaban todos esos delincuentes —y políticos narcos— es con el cambio de tiempos, en el que todo es más visible; ni tampoco que el hartazgo ciudadano y la pérdida parcial del miedo los confrontara. Por ello, decretaron una impresentable e inadmisible protección a sus ministros con policías y vehículos, algo que también hizo Thelma Aldana con su persona, y que seguramente sus adoradores verán “como algo diferente”. El miedo a ser abucheados, apedreados, señalados, zarandeados, insultados y vilipendiados los tiene acojonados, y requieren de dispositivos que los protejan. Creo que hay que ser más fino, planificar venganza silenciosa y sencillamente despreciarlos. Si los ve en un restaurante, señálelos y dígale el dueño que los saque o salgan de allí; si coincide con ellos en cualquier lugar, haga lo mismo; si se los cruza por la calle, cámbiese de acera o mejor ocúpela toda para que salgan ellos.
No tengo muy claro que vayamos a cambiar sustancialmente, para eso está el gatopardismo, pero sí que se ha tomado una cierta conciencia de que no podemos seguir manteniendo vagos, concubinos o dejando el país en manos de criminales organizados disfrazados de políticos.
Se termina un período, no una era —para eso falta—, y hay que alegrarse de que ciertos malditos dejen el poder, aunque no hay que ponerle fácil su pinche existencia posgubernamental.