Catalejo
Respecto a la visita de Xiomara Castro
Xiomara Castro llegó en un contexto de muy poca colaboración y diferencias en los gobiernos del istmo.
La breve y sorpresiva reunión del sábado entre Bernardo Arévalo y Xiomara Castro, presidenta de Honduras, es un hecho cuyo análisis presenta varias facetas no solo importantes, sino entrelazadas. Como siempre, las declaraciones al respecto fueron abstractas, nebulosas, como “nos unen retos compartidos” (él) y “hay “un reto muy grande que se debe asumir por medio de iniciativas propuestas entre países” (ella). Sólo mencionaron “los retos” de la migración, la crisis climática, reactivar el Sistema de Integración Centroamericana, en cuyos 33 años poco se conoce de sus metas logradas, en teoría una región de paz, libertad, democracia y desarrollo. Pero no se habló del tema principal de hoy: los daños a Honduras causadas por la cloaca llamada Motagua.
Los hondureños sufren a causa del imperdonable descuido de todas las municipalidades de la cuenca del Motagua, empezando con la capital guatemalteca, más la culpabilidad de los vecinos, que han convertido a ese “ex río” en una enorme imparable alfombra de plásticos y deshechos de todo tipo. Es una vergüenza para los guatemaltecos y la solución comienza con decidir la construcción de plantas de tratamiento, lo cual no hay razón para dejar de hacerlo en un tiempo perentorio, por emergencia nacional y porque la autonomía municipal no puede estar por delante del interés nacional. Además, aplicar las recomendaciones de los estudios previos de los gobiernos de Guatemala. No sería lógico realizar estudios para decidir si se aplican los estudios ya realizados.
Hoy, la relación entre los mandatarios centroamericanos es todo, menos fraternal.
Pero hay otros puntos respecto a la visita. Hoy, la relación entre los mandatarios centroamericanos es todo, menos fraternal. En este corto espacio geográfico Nayib Bukele, un populista de derecha con una enorme aprobación popular, pero con tendencias dictatoriales cada vez más claras; la visitante, populista de izquierda e integrante de una dinastía política iniciada por su esposo, Manuel Zelaya, defenestrado violentamente del poder hace algunos años; Daniel Ortega, un dictador comunista de Centroamérica, compañero de Nicolás Maduro, con quien comparte su estilo de “elecciones”, y Rodrigo Chaves, de Costa Rica, cuyo criterio ideológico no se sabe, ex FMI y hasta hace poco desconocido en su país, como lo es para el resto de los países del istmo.
El ambiente político interno en Guatemala se encuentra agitado. El gobierno cada vez demuestra más su falta de planes; la escasa o nula capacidad del círculo interno; la impopularidad de los viajes presidenciales a causa de no ser explicados ni tenerse claro los resultados obtenidos; los cambios de las promesas de campaña, entre ellos no aumentar préstamos, y la inestabilidad del gabinete. Por ello, sus acciones deben dirigirse a no aumentar el número de personas descorazonadas y a cuidar sus declaraciones, que por un lado son demasiado vagas y por otro algunas no han sido meditadas o han surgido como el entusiasmo provocado por el lugar donde se encuentra o porque su círculo muy cercano lo domina, y el lenguaje poco específico tampoco lo ayuda.
Tanto Honduras como Guatemala han sufrido muy serios efectos por las actuales lluvias. Sus consecuencias son terribles: Guatemala está casi incomunicada internamente y cada día ocurre un nuevo accidente, sobre todo de tráilers, causante de un nuevo daño en el semidestruido sistema de comunicación terrestre, incluyendo la capital. Están manifestándose con fría crueldad los efectos de la corrupción y sobre todo la falta de castigo a anteriores pero cercanos en el tiempo megacorruptos convertidos en megamillonarios. Son cientos las acciones necesarias de realizar al mismo tiempo y se evidencia el resultado de haber vivido y seguir viviendo en un remedo de democracia dependiente de la ambición ahora imparable de llegar a los puestos públicos a robar.