CATALEJO

Respecto de la relación entre religión y política

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La religión, desde hace miles de años, otorga al ser humano garantías sobrenaturales y prácticas para la salvación de su alma. Se le ha explicado históricamente como de origen divino, de pensamiento humano no religioso y de origen político; por tanto, sin un valor intrínseco. Su relación con la actividad política ha pasado de la teocracia -gobierno de los sacerdotes- a la religión oficial o semioficial, hoy a la libertad de practicar religiones, sin exigírseles ninguna condición para poder ser declaradas como tales y no quedar en la categoría de secta, término empleado para religiones poco serias. Estoy consciente de la dificultad de tocar este tema porque la religión requiere fe y esta es personal, pero creo necesaria una referencia a esta inevitable relación.

De las religiones actuales, es el cristianismo donde esta relación con la política, aunque a veces indirecta, es más fácil de descubrir. Durante la época de la Conquista española, religión y gobierno se relacionaban estrechamente. Las monarquías absolutistas europeas tenían en la religión a un aliado poderoso, aunque a veces díscolo. La Revolución Francesa separó al Estado de la Iglesia, al continuar un proceso iniciado con la sangrienta reforma protestante europea ocurrida en el siglo XVI. En el mundo de los dos últimos siglos, esa separación a veces es teórica, sobre todo en los grupos no católicos influyentes en los gobiernos de Estados Unidos, y se repite la vieja práctica de afianzar la influencia política a través de crecientes feligresías.

' La relación entre religión y política es tan vieja como el mundo. Hoy existe un riesgoso y constante renacimiento entre ambas.

Mario Antonio Sandoval

Es evidente e innegable el avance de las denominaciones estadounidenses en la política latinoamericana durante los últimos cuarenta años, así como la diferencia entre seguir un mensaje cristiano basado en la ayuda a los más débiles, con recompensa eterna después de la muerte, y cambiarlo por otro centrado en el beneficio de los bienes terrenales y en un conservadurismo distinto al católico. Los cambios en la interpretación del evangelio desde los concilios vaticanos, más las normas rígidas católicas, han reducido el porcentaje de católicos en Europa Occidental, Estados Unidos y América Latina. Esto se relaciona también con la interpretación de los mensajes de las autoridades religiosas, tanto en su campo propio como en el social y económico.

El caso del Papa es único por ser simultáneamente líder religioso, un pastor, y jefe de Estado porque el Vaticano lo es. Los mensajes papales deben tener la particularidad de tocar los temas políticos a la luz de la ética y de la moral católicas. Esta tarea es complicadísima, porque ser católico no significa necesariamente aceptar o rechazar una determinada ideología y una teoría económico-política. Cuando toca estos temas debe hacerlo empleando firme sutileza para enviar un mensaje inequívoco capaz de ser comprendido por todos o al menos la mayoría de los fieles. La gran interrogante es cómo debe actuar cuando se enfrenta con la disyuntiva de actuar como guía espiritual o hacerlo como representante de un Estado, aunque en la práctica sea difícil separarlos.

En el actual caso de Cuba el Papa Francisco ha sido criticado por la tardanza y falta de severidad contra la despiadada dictadura desde hace 62 años, pero también la nicaragüense, con sus cuatro “elecciones” seguidas, y la venezolana, de 22 años. Esos países necesitan un mensaje de esperanza y de rechazo firme a la represión, para alivio de todos los ciudadanos, especialmente los católicos. Su salud ha estado débil pero esas palabras pudieron haber llegado antes, sin consideraciones diplomáticas propias del Estado vaticano. Su conocido papel de intermediario, facilitado por el liderazgo espiritual, siempre debe incluir una posición firme y sobre todo conocida en pro de los derechos humanos de todos, para lograr así la necesaria concordancia entre fe y vida.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.