CATALEJO

Se confirma error del llamamiento a la OEA

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Gina Romero, muy conocedora de la OEA, confirmó en una entrevista a Prensa Libre: fue precipitado el llamamiento de Giammattei a la OEA. No se había realizado un proceso de diálogo para atender las demandas sociales, y entonces lo pedirá como una condición para actuar más directamente. Eso significa un fracaso. Aunque se cumpliera, seguiría habiendo la total desconfianza en los sectores y personas llamadas a integrarlo. Romero da por descontada la seriedad del gobierno guatemalteco, pero ello no se ha cumplido desde hace varios mandatos, y aunque tiene buena idea de la situación latinoamericana respecto de cómo se practica, probablemente no es el caso en torno a cómo ha evolucionado el rechazo desde 1983 en Guatemala.

' La terquedad para no aceptar lo verdadero en el panorama nacional será una de las causas de un caos, cuyos efectos alcanzarán a todos.

Mario Antonio Sandoval

Aquí ya no se le pueden dar “sacudones” al presidente, como Romero comentó en alusión a otros países. El impredecible y voluble carácter personal del mandatario no permite cambios luego de ese tipo de visitas. Los ciudadanos guatemaltecos están cansados, y aunque la tradición refiere que hacen poco uso del derecho a manifestar, comienzan a hablar y a actuar con mayor claridad, cada quien a su manera. Es esperanzador ver, por ejemplo, jóvenes de menos de 25 años –no infiltrados, claro- manifestándose en redes sociales con canciones de hastío, de cólera, de tristeza. No aceptan la frustrante realidad del país y quieren actuar. Ello explica por qué las manifestaciones reales, todas ordenadas, han sido objeto de infiltración para convencer a los participantes de regresar.

Los problemas se le multiplican a Giammattei. Ya está convocada la manifestación en la Plaza de la Constitución el sábado 5, cuyo número de participantes no necesariamente debe suponerse menor a las anteriores. El gobierno, en apenas diez meses y tres semanas, es un viejo y desvencijado barco lleno de agujeros donde se entra el agua, y las variopintas exigencias hechas públicas incluyen una nueva Constitución. De hacerse realidad esto, sin duda alguna solo empeorarán todo, porque, para empezar, a la actual Carta Magna no ha sido desarrollada. Ese nuevo documento básico para el país sería el resultado de Congreso, casi totalmente integrado por personas sin ninguna preparación, causantes de vergüenza ajena para quien analiza su accionar, dirigido a terminar de debilitar el Estado guatemalteco.

Si Alejandro Giammattei en serio desea dialogar, como de seguro ya le pidió la OEA, no podrá hacerlo sin antes deshacerse de personajes en cuya cabeza se concentra el rechazo. Por ejemplo, el ministro de Gobernación, y en especial el superfuncionario Miguel Martínez. Esas acciones toman pocos segundos, pero le pueden significar la continuación de su período, y serán el efecto de escuchar a quienes se interesan por el país desde el interior de sus casas, no necesariamente de oenegés de accionar político, porque algunas de ellas son francamente impresentables debido a una gran variedad de razones. Insistir en esto no es terquedad, creo yo, sino un intento de reiterar cómo es de peligrosa la miopía de grupos cercanos de notoria incapacidad.

Las crisis deben ser enfrentadas no con burda violencia, sino con meditación, para escoger las acciones pertinentes, dictadas por la experiencia y la buena voluntad, pero sobre todo por la capacidad de entender las motivaciones del descontento. Cuando no son atendidas, las complicaciones derivadas siempre llevan al caos, aunque todo esto se puede evitar sabiendo ver los nubarrones de tormenta en el horizonte. Para terminar menciono la indispensable aceptación de los errores propios y sus inevitables consecuencias, así como de comprender la imposibilidad de regresar al pasado. Sí es conveniente negociar la salida, lo cual no se debe confundir con un contubernio, pues todo lo ocurrido ahora en el país es el desborde de hartazgo ciudadano de negociar a oscuras.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.