LA BUENA NOTICIA

Semana Santa, para “ver” a Jesús

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La escena del Evangelio de este domingo (Juan 12, 20-33) presenta a Jesús en Jerusalén, con una actividad formativa intensa bajo la mirada inquisitiva de las élites dominantes, que ven amenazada su estructura de poder, su situación de privilegios y el statu quo que les favorece; incluso hasta su cosmovisión religiosa es abiertamente cuestionada.

' “Queremos ver a Jesús” para tener la capacidad de enfrentar los desafíos de la realidad guatemalteca.

Víctor Manuel Ruano

Su presencia sigue impactando en la vida de aquella ciudad y en los miles de peregrinos que habían llegado de todas partes para las fiestas anuales de la pascua judía.

Tanto su mensaje como sus gestos proféticos estaban siendo una fuerte sacudida en aquella sociedad, al punto de que unos griegos, hombres y mujeres cultos en la búsqueda del verdadero sentido de la vida, tenían deseos de “ver a Jesús”, es decir, buscaban penetrar en lo más íntimo de su persona para conocerle mejor en sus valores, en su estilo de vida, en la novedad de la propuesta de vida que hacía y en la buena noticia que anunciaba con hechos y con palabras.

Como trasfondo de la escena del Evangelio de este domingo está la resurrección de Lázaro, su amigo (Juan 11), un hecho que conmocionó a toda la región, pues muchos, a partir de aquel acontecimiento, se hacían seguidores y seguidoras de Jesús, el maestro que enseñaba con autoridad, el profeta itinerante que anunciaba el reino.

Este reino era la sociedad humana alternativa con hombres y mujeres nuevos para una nueva sociedad, capaz de ser fermento de transformación en la historia para abrirle camino al anhelo de cada ser humano de vivir en un mundo más fraterno, solidario y en justicia.

La insistencia de “querer ver a Jesús” no era tanto un asunto de curiosidad, como “el zorro del Herodes” lo intentó una vez (Lucas 23, 8), sino el anhelo de un encuentro personal, existencial y liberador, como ya lo habían hecho Felipe y Andrés, a quienes se dirigen aquellos griegos.

Ellos no van directamente a Jesús, pasan a través de sus discípulos porque este es el mejor camino: solamente pasando a través de la comunidad eclesial se puede llegar a Jesús de Nazareth. Ella es una mediación válida y creíble.

¡Qué importante es la Comunidad Eclesial de Base! ¡Qué valiosa es la Pequeña Comunidad Eclesial Misionera! Es punto de encuentro con Jesucristo, con los que no son de los nuestros, con los alejados, con los de otra cultura. Promueve la unidad desde la diversidad. Abre a la fraternidad universal y a “la amistad social”.

Jesús aprovecha aquel encuentro con los griegos para mostrar su identidad y su misión, que se manifestarán con su muerte, mediante una imagen del mundo campesino: Para que en el campo broten las preciosas espigas, es necesario que los granos de trigo desaparezcan en la tierra. Esto significa que su muerte develará lo podrido de aquella sociedad y hará surgir una vida nueva, abundante y digna.

Jesús enseña que se pone en juego la vida mediante el amor y el servicio. La única vida que merece la pena ser vivida es aquella que se consuma por Amor. Jesús es el primero en ofrecer la suya y esta es su gloria, la revelación de la gloria de su Padre. Donde hay amor, el servicio es glorioso. Donde no lo hay es puro sufrimiento servil. A una persona le llega su hora cuando es llamada a servir. La pasión de Jesús será su mayor servicio a la humanidad.

Por eso, aun sin procesiones y con aforos bajo control en los templos para las celebraciones litúrgicas, la Semana Santa es la oportunidad para cultivar el deseo de “querer ver a Jesús” y contar con la inspiración que permita enfrentar los retos que la realidad guatemalteca presenta.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.