catalejo

¿Será su nuevo nombre Reino Unido de América?

La rechazable decisión de la Corte Suprema de EE. UU. permite de hecho convertir al presidente en un soberano absoluto.

Increíblemente, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos convirtió de hecho a la presidencia de ese país en una monarquía absoluta al estilo de Luis XVI al declarar la impunidad total de quien ocupe el cargo, aunque haya señalado términos sujetos a interpretación. Estos daños alcanzan al corazón de la mayor institución legal estadounidense y por ello carece de importancia quién es el beneficiado, en este caso Donald Trump. El veredicto preocupa a quienes han considerado la figura de los jueces integrantes de dicha corte como personas cuyo prestigio, experiencia y edad no les permite participar en jugarretas politiqueras, o descubrirlas a tiempo para impedirlas. No creo exagerado calificar lo ocurrido como el principio del “Reino Unido de América”.

Al analizar con serenidad esa apretada mayoría —un voto— de los nueve magistrados, emergen posibilidades nefastas dormidas por más de dos siglos. Ejemplo, el derecho presidencial de nombrar una corte vitalicia, según su criterio propio. Nixon, ya expresidente, dijo: “Si lo decidió el presidente, es legal”. Le cayó palo durísimo. Hoy, esa Corte Suprema lo permite y por ser la instancia superior, otorga matices terribles a la calificación de conservadora o liberal. El desprestigio del sistema democrático estadounidense recae en el partido Republicano porque Trump escogió a cuatro de ellos cuando fue presidente y no se puede dudar de un seguro aunque sutil acuerdo tácito de “ayúdame cuando lo necesite” al interpretar la ley. Igual al Tercer Mundo.

El dictamen, en resumen, deja mucho a la interpretación y no define con claridad cuándo un acto del presidente no es oficial y tampoco dice nada sobre la responsabilidad de no tomar acciones para evitar tragedias. En el texto de cien páginas es crucial fijarse en los adjetivos, la lógica del lenguaje. El entorno otorga un factor importantísimo: se hizo público en un momento políticamente muy agitado, a solo cuatro meses de la elección. Deja dudas sobre qué pasará con el veredicto de culpabilidad de los 34 delitos, todo lo cual permite descubrir un grave riesgo para el sistema democrático estadounidense y en el mundo. Es una victoria pírrica, de peores efectos a una derrota y los dictadores del mundo, a causa de ver las jugadas desde un palco, agradecen este utilísimo regalo.   

Estados Unidos ya no podrá preocuparse por rajaduras al estado de Derecho internacional porque el propio acaba de implosionar, de derrumbarse hacia adentro. Los jueces de esa corte aplicaron su criterio, lleno de tecnicismos, sin tomar en cuenta el evidente beneficio directo para Trump y el efecto contra el prestigio de la mayor potencia mundial donde aún sobrevive la democracia. Una corte de tal magnitud no puede escapar de veredictos controversiales, pero cuando la coyuntura internacional tiene las características actuales, este veredicto provoca desaliento y rechazo. Si Biden gana la elección, también podrá usar sin freno un poder omnímodo, total, absolutista.  Por eso no ganó Trump ni perdió Biden. Perdió el país y perdió la democracia del mundo.      

Si los republicanos obtienen la mayoría en el Senado y el Congreso (al estilo Bukele), el futuro del mundo dependerá, literalmente, de cómo haya amanecido el humor personal presidencial. La decisión de la Corte ahonda la división entre los votantes, los hace disminuir su número, y demuestra el riesgo inminente de permitir la participación en una lucha política a quienes no tienen un mínimo de experiencia. Los “aparecidos” en política son irreverentes porque sus ideas de cómo gobernar la mayoría de las veces son simplistas. A mi criterio, gracias a la Corte, Trump llegará a la presidencia por segunda vez al salir de la contienda. Imposible saber qué espera a Guatemala, ya calificada por el virtual nuevo presidente como “shit hole” junto con otros países amigos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.