MIRADOR

Signos, símbolos y señales, pero nada

Como grupo social no hay nada más que debamos padecer para aceptar la situación que sufrimos. No creo que se pueda encontrar un lugar en el mundo —ni quizá en la historia de la humanidad— en el que converja tal cantidad de presidentes huidos, condenados en USA, detenidos o bajo persecución penal. A ese “tigre”, único en su variedad, hay que sumarle como manchas dos rectores —de la única universidad estatal— perseguidos por la justicia. Y podríamos seguir con diputados, alcaldes, candidatos, jueces, narcotraficantes, familiares de muchos de ellos y otros pintorescos y llamativos personajes: Baldizón, Valladares, Estrada, Moto, etc. Póngale al genuino coctel una CSJ que cumplió hace más de un año su tiempo —aunque ahí sigue— y el de una CC que puede tomar el mismo camino. Fílmelo y titule el video “el fracaso perfecto”.

' No sé qué tan difícil es aceptar que nadie vendrá a ayudarnos y que, por varias razones, le importamos un soberano pimiento al mundo.

Pedro Trujillo

Sin embargo, cada día nos levantamos y, con ciego y desenfrenado optimismo, emprendemos el camino saturado de tráfico y nos anestesiamos a la ida y al regreso, como una forma de huir de problemas que no queremos resolver al pensar que no son nuestros, y otros los culpables. ¡Ahí está el error!

Este año se debería celebrar el 200 aniversario de la independencia. Uso el condicional porque no hay mucho que celebrar, más allá del fracaso social que hemos construido con ingredientes aportados por cada uno —no nos engañemos ni sigamos echando la culpa a los demás— unido a ese “miedo” que todo lo justifica y excluye de la acción —y consecuente responsabilidad— a quien lo esgrime. No se denuncia por “miedo”, no enfrentamos la situación adversa por “miedo” y no somos capaces de encarar a los malvados por “miedo”, así que desde ese privilegiado refugio dejamos que las cosas sucedan y siempre encontramos a quienes culpar: el G-13, Codeca, los empresarios, los políticos, el vecino, los gringos o cualquiera que en ese momento se nos cruce y sirva como excusa para justificar lo que como ciudadanos e individuos no hacemos, por “miedo”.

No sé qué tan difícil es aceptar que nadie vendrá a ayudarnos y que, por varias razones, le importamos un soberano pimiento al mundo: somos un grupo social muy pequeño —insignificante— en relación con otros, advierten que no hacemos nada por ayudarnos, consumimos inútilmente la cooperación internacional, elaboramos sistemas para apropiarnos del dinero público, y nos gusta zafarnos de las responsabilidades que tenemos como sociedad. Fuera de aquí, en cambio, las autoridades de otros grupos sociales se preocupan por sus ciudadanos y desdeñan a estos centroamericano-caribeños perdidos en la inmensidad de un mapa. Y cuando nos citan en redes sociales, y pensamos que somos relevantes, es porque hay intereses de ellos que se vulneran aquí, y evidentemente saltan sus alarmas ¿Entendió la situación real del país o necesita un médium y algo de meditación trascendental y profunda para comprenderlo?

Esta eterna primavera nos tiene alelados, y el abaratamiento de la telefonía celular nos ha llevado a estar perdiendo el tiempo en redes mientras leemos estupideces o contribuimos a que aquellas se difundan, cuando no las generamos. Dejamos lo importante —cambiar una sociedad sumamente disfuncional— por lo urgente: el tráfico, el fulano que persigue el MP o el costo de la vida. No nos interesa profundizar en nuestros errores porque somos soberbios y poco autocríticos, y nos molesta profundamente que alguien nos restriegue el fracaso que hemos permitido. Sin visible animo de cambio, nos preocuparemos más en saber el tiempo que hará en Semana Santa y olvidaremos que somos un auténtico desastre social, y únicos responsables de ello.

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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