LA BUENA NOTICIA

¡Silencio!

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En los evangelios encontramos diversos relatos de curaciones milagrosas realizadas por Jesús. El significado profundo de esos “milagros” no se circunscribe únicamente a la manifestación fantástica —o para algunos casi mágica— de un hecho que al parecer transgrede las leyes de la naturaleza. En su alcance más hondo aquellos acontecimientos son llamados “signos” porque revelan algo más profundo de lo que son en sí mismos.

' Silencio es el comportamiento indispensable para escuchar a Dios, para acoger su comunicación.

Tulio Omar Pérez Rivera

El evangelio de Marcos relata el inicio de la actividad de Jesús en un pueblo llamado Cafarnaún. Según la narración del evangelista, la primera actuación pública del Maestro fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno (Mc 1, 21). La escena es sobrecogedora. Repentinamente aparece “un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar”. Las palabras de Jesús son contundentes: “¡Cállate y sal de él”. La curación sucede de forma dramática: “el espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él”. Los espectadores quedan absortos porque constatan que la misma autoridad que Jesús ha mostrado en la enseñanza se manifiesta ahora en sus acciones.

El hombre poseído por un “espíritu inmundo” se presenta ante Jesús ensordecido por los gritos que le impiden escuchar. ¿Cuáles son esos “gritos” que atormentan la vida de aquel desdichado? ¿Qué ruidos le impiden seguir escuchando la palabra de Jesús? La expresión con la que Cristo afronta aquella situación es imperiosa: “¡Silencio, cállate!”. En el mundo en que vivimos, dominado por el “ruido”, la necesidad del silencio se vuelve vital. El ruido se apodera de las calles, las plazas, los ambientes de trabajo; invade los hogares y las mentes y se adueña de los corazones. La persona superficial no soporta el silencio. Aborrece el recogimiento y la soledad. Provocando el ruido exterior, lo que busca es ruido interior para no escuchar su propio vacío. Es necesario recuperar el silencio para escuchar y sanar. Silencio no significa solo exclusión de palabras y tampoco un estado de olvido, de vacío o de nada, como creen algunos. Al contrario, se distingue por un carácter positivo: silencio es el comportamiento indispensable para escuchar a Dios, para acoger su comunicación, para encontrarse con uno mismo y para darse cuenta de la existencia del otro.

El verdadero silencio no es aislamiento, sino apertura a los demás. Por eso “el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados solo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena” (Benedicto XVI).

La palabra del Maestro está acompañada de signos-milagros que hacen un tándem insoluble a lo largo de su vida: “Las palabras esclarecen los hechos; los hechos confirman las palabras. De este modo Jesús va revelando progresivamente el misterio de su Persona”. Lo importante del milagro no es la materialidad de la sanación, sino la realidad profunda que manifiesta: Jesús el Hijo de Dios vivo es capaz de devolver la alegría y la esperanza al que sufre. Aquello que arrebata la felicidad del hombre queda derrotado por la autoridad de Cristo. El milagro comienza en hacer silencio.

ESCRITO POR:

Tulio Omar Pérez Rivera

Licenciado en Teología Litúrgica por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma. Durante varios años fue párroco en zonas indígenas cakchiqueles. Actualmente es obispo auxiliar de Santiago de Guatemala.