CATALEJO
Tradiciones no deben ser obstáculos para acuerdos
Las tradiciones mal entendidas generalmente se vuelven la causa de su rechazo o de dejar de practicarlas. Hoy en día, la batalla entre el Gobierno y las autoridades ancestrales, a causa de sus consecuencias. Y estas han sido del abandono creciente del apoyo popular. Este llegó espontáneo pero ya se está desvaneciendo porque comenzó a afectar a quienes simpatizaban y entendían la crisis actual, ya reducida, pero aún latente como consecuencia de equivocaciones cuyo efecto reduce o elimina los momentos. Hoy en día la tradición, mantenida como era antes, ya no es posible. Y cuando hay equivocación al emplearse, urge adaptarla.
Todos los grupos étnico y el ladino deben estar conscientes de la necesidad de hacer algunos cambios con el objeto de no perderlo todo. Es asunto de simple lógica. En este tipo de confrontaciones, la pérdida del apoyo popular significa la derrota y, en algunos casos, el atraso a una posición anterior de donde se estaba al iniciar la confrontación. Y ante la realidad actual, inmediata, el análisis de ambos contendientes debe basarse en decidir si es mayor la ventaja de la victoria o la tragedia de la derrota y si los efectos de la primera superan a los de la segunda, aunque estén basadas en tradiciones, por definición cambiables.
Las tradiciones, claro, no son el único factor causante de derrotas. Se incluyen además —en ambos sentidos— los caprichos, la ceguera ante las nuevas realidades, y sobre todo la imposibilidad o falta de voluntad política de adaptarlas a esta época de cambio, no de un cambio de época. También se debe recurrir a la ética y a la lógica para entender los motivos profundos, de situaciones sólo comprensibles si no se toma en cuenta el factor tiempo y la respuesta a la duda si algo es motivo o es consecuencia de otros sucesos ocurridos en la Historia.
Otro factor nuevo para permitir la supervivencia de las tradiciones y al mismo tiempo realizarles los cambios ineludibles, es el papel de quienes son enviados a realizar negociaciones. No deben ser mensajeros, nada más, sino personas cuya confianza depositada por la comunidad incluye la de tomar decisiones en base a su criterio y al conocimiento de esas nuevas circunstancias, muchas veces aparecidas en forma súbita. El factor tiempo es fundamental y el riesgo causado por demasiada meditación y acuerdos entre varias personas puede ser el detonante de la pérdida de logros necesitados de cuidado para no volverlos inútiles.
Tradiciones en peligro
Los barriletes gigantes de Santiago Sacatepéquez y Sumpango constituyen una de las tradiciones guatemaltecas más importantes, por ser distintas. Según la tradición, significan la unión entre el inframundo y los seres humanos. Por eso se celebran el 1º de noviembre y se han vuelto fuente de ingresos para dichas poblaciones. En Santiago, el alcalde reelecto este año continuó su tarea de dividir a la población y afectar el tradicional festejo. La población está dividida y no logra ponerse de acuerdo, lo cual es común y lamentablemente comprueba la idea del divisionismo entre etnias.
El Ministerio de Cultura no ha colaborado para la unificación, ni para financiar algunos gastos. El sector privado sí lo ha hecho desde hace algunos años, y el festival se mantiene pese a todo. La tradición debe mantenerse, sin caer en el error de divulgar mensajes comerciales o políticos, porque esos cambios la destruirían en su esencia. El Estado tiene un papel importante en mantenerla, pero no es el único: los principales son quienes la han mantenido y desean sostenerla. La celebración de las tradiciones tiene efectos en la economía familiar debido al turismo interno. Cualquier motivo para destruirlas es inaceptable.