CATALEJO
Trump, López Obrador, astucia y frutos políticos
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, visitó —y de hecho apoyó— a Donald Trump en su desesperado esfuerzo por obtener dentro de 132 días la reelección presidencial. Sin duda hubo presiones de Washington —talvez amables, pero presiones al fin— y esto se comprueba con el sorprendente silencio trumpiano después de este hecho, y por el lenguaje elogioso del visitante, al agradecerle “por ser cada vez más respetuoso con nuestros paisanos mexicanos”, lo cual implica existencia de ese respeto, en una afirmación temeraria, Hay lugar para numerosas hipótesis, pero todas deben estar basadas en la relación existente entre este rápido viaje, las elecciones de noviembre y los objetivos perseguidos por AMLO, quien sin duda arriesgó mucho en el ámbito interno.
Se aplica la vieja frase: en política no hay intereses permanentes, pero los intereses sí lo son. A Trump le funcionó insultar a los inmigrantes, en especial a los mexicanos, como estrategia de victoria entre su masa electoral, situada mayoritariamente en el segmento estadounidense de menor preparación. Pero ahora debe de alguna manera tratar de congraciarse, con la esperanza de no ser demasiado tarde. Texas es un estado con muy grande población mexicana, no de otras nacionalidades latinoamericanas, y tiene importancia por el número de sus votos electorales. Según interpreto yo, tiene claro el riesgo de perder el sufragio popular, lo cual no importa. La meta son estos votos tan difíciles de entender, pues en la práctica no importa el voto individual en sí.
' La reunión con López Obrador es un esfuerzo de Trump por desvanecer los efectos de sus constantes diatribas contra los hispanoparlantes.
Mario Antonio Sandoval
En caso la victoria sonríe a Biden, López Obrador no arriesga venganzas de ningún tipo, como sí las hubiera tenido en caso contrario, es decir apoyar al demócrata, no a Trump, y este gana la elección. Esto se debe a las personalidades tan distintas de ambos dirigentes estadounidenses y a la experiencia mezclada con sentido común del candidato retador, quien aún tiene largo trecho para mejorar su posición. Biden no tendrá más remedio: deberá reunirse con AMLO, quien tendrá la característica peculiar de estar en los estertores de su mandato cuando llegue el sustituto del presidente electo en noviembre próximo, un hecho lejano pero a la vez dependiente en mucho de cómo se desarrollen los actuales y espinosos momentos tanto dentro de Estados Unidos como en las relaciones con Europa, Rusia y sobre todo China.
Desde su perspectiva, López Obrador considera no pierde nada. Estará cuatro años más y no hay reelección. Puede hacer su voluntad, como en la práctica lo ha hecho, y parece no tener demasiado interés en mantener el apoyo popular, hecho demostrado con su sui géneris manera de ejercer la presidencia, sobre todo en su forma de hablar, para él tomar la palabra un sinónimo de improvisar. Si gana Trump, AMLO apuesta por mantener la relación respetuosa del mandatario estadounidense y con ello contar con un amigo o una persona neutral, pero no con un enemigo. Aquí también se correrá un riesgo: en política no hay amigos, sino solo gente interesada. Y este tipo de personas suelen cambiar de la noche a la mañana, y cambiar hacia el norte el rumbo al sur.
Pero también se debe pensar en el sentimiento de los ciudadanos mexicanos, es decir de los “paisanos”. Se sienten víctimas de las diatribas de Trump y lo consideran un abuso, y creen también una obligación de su presidente siquiera el pataleo, aunque sea con palabras suaves pero directas. Los resultados de esta visita están por verse porque ahora solo se reducen a declaraciones oficiales empalagosas. La única ventaja segura para Trump es dirigirse a sus huestes para calificar como victoria la visita porque demostró una evidente genuflexión del visitante. El mandatario estadounidense también se arriesga, pues entre sus seguidores habrá quienes vean esa reverencia de parte de él. Lo ocurrido demuestra: en política todo se puede interpretar de varias maneras.