VENTANA

Vivir con intensa entrega

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Cada fin de año se cierra una etapa de vida. “Es una muerte que conlleva el germen del renacimiento”, cantó el Clarinero. Llega el 2020. Hoy rindo tributo al misterio de la vida y a quienes la han vivido con intensa entrega. Siempre admiré a Alejandro Magno, rey de Macedonia. Alejandro nació en el año 356 a.C., ¡hace 2,375 años!, y murió en Babilonia en el 323 a.C. Sus retos, imprevisibles como lo siguen siendo para todos nosotros, los asumió con valentía y coraje. Su vida fue corta; sin embargo, su legado marcó la historia de la humanidad. Su madre, la princesa Olimpia, lo educó para ser rey. Aristóteles fue su tutor y guía. Su estrecha relación influyó en el carácter fuerte de Alejandro, quien a los 16 años participó en su primera campaña militar. No tuvo una buena relación con su padre, Filipo. Cuando Filipo fue asesinado, Alejandro asumió el poder como monarca. Tenía 20 años. A partir de entonces inició su meteórico reinado. Solo en 13 años conquistó al imperio persa y amplió las fronteras de la cultura griega hasta la región del Punjab, que hoy día es parte de Paquistán.

' La vida de Alejandro Magno fue corta pero su legado marcó la historia de la humanidad.

Rita María Roesch

Alejandro fue un estratega militar genial. Además de su formidable y disciplinado ejército, llevaba consigo la cultura helénica. Le acompañaban poetas, astrónomos, historiadores, filósofos, arquitectos e ingenieros, quienes portaban planos de las nuevas máquinas de guerra en bolsas de cuero impermeabilizado. De todas sus historias inéditas, hoy comento tres. La primera es la leyenda del famoso nudo gordiano, que era imposible desatar porque todos sus cabos estaban escondidos. El contexto de la historia refiere que Darío, el Gran Rey de Persia, puso a Alejandro en el dilema de salir de Asia y regresar a Grecia para defender a su gente o abortar sus sueños de conquistar el Asia. En ese momento Alejandro acampaba con sus tropas en Gordium, un poblado situado en el centro de Asia Menor. El oráculo predecía que quien lograra encontrar la cabeza del nudo sería el señor de todo el Asia. Alejandro eligió no regresar a Grecia y ¡cortó el nudo con su espada, de un tajo! Cuentan que interpretó que el universo le indicaba que siguiera adelante porque conquistaría Oriente. De otro modo, Oriente habría conquistado a Grecia y a Europa, y la historia no sería la misma.

La conquista de la pequeña ciudad fenicia de Tiro, el puerto más importante del lado este del Mediterráneo, es la segunda historia. Fue una batalla durísima. Alejandro arrasó primero la vieja ciudad de Tiro en tierra firme. Pero a media milla de distancia de la costa, en una isla, los avezados tirenses habían construido otra ciudad con muros de más de 150 pies de altura, por lo que se creían invencibles. Le tomó siete meses sitiar la ciudad. Para Alejandro, el reto no era militar, sino lo asumió desde su lado creativo de vencer los imposibles. Construyó un espigón entre la vieja Tiro y la nueva ciudad en la isla. A través de esa calzada transportó la mejor maquinaria de guerra de aquellos tiempos. Cada metro que avanzaba los feroces tirenses lo destruían, pero Alejandro no se dio por vencido y finalmente sometió a la inexpugnable Tiro. La tercera historia narra que, antes de morir, Alejandro pidió a sus fieles seguidores tres deseos —reconozco que no sé qué tan cierta sea—: 1. Que su ataúd fuera transportado sobre los hombros de los médicos más famosos. 2. Que sus riquezas fueran esparcidas en el camino hacia la tumba. 3. Que sus manos colgaran fuera del féretro, para que sus súbditos las vieran. Sus generales le preguntaron por qué esos extraños deseos. Alejandro respondió: porque cuando me transporten los médicos demostrarán que nada se puede hacer ante la muerte; porque al repartir mis riquezas demuestro que los bienes materiales aquí se quedan; y porque mis manos balanceándose afuera del féretro recuerdan que venimos al mundo sin nada y de igual forma lo abandonamos.

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