VENTANA

Vivir en un mundo más que humano

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Se acerca la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). Se llevará a cabo del 11 al 21 de julio en el Fórum Majadas. Desde hace varios años le dedico un artículo porque creo en lo que ellos creen: “Leer no es una disciplina aburrida. Es es un arte,” cantó el Clarinero. Es el arte de ir descubriendo la capacidad que tiene nuestra conciencia de ver cada vez más lejos. Por unos instantes imagino a Filgua como uno de esos campamentos bien equipados, que sirven para que los alpinistas se preparen para subir a los picos de las montañas. Después, vino a mi mente aquella célebre frase de Isaac Newton: “Si he visto más lejos, es porque he viajado sobre los hombros de varios gigantes”. Newton se refería a Copérnico, Galileo y Descartes que le habían precedido e inspirado a descubrir sus leyes de la física clásica. Para mí que en Filgua están esos gigantes invitándonos a subirnos sobre sus hombros.

En lo personal, durante un buen tiempo, he estado subida sobre los hombros de un filósofo, ecologista y escritor gigantesco. Se llama David Abram, quien acuñó la frase, “vivir en un mundo más que humano”. Ha sido adoptada por las nuevas ciencias y las organizaciones ambientalistas. Se trata de volver a aprender que la humanidad no es el pináculo de la creación y que el hombre no está destinado a domesticar a la naturaleza como nos han hecho creer en los últimos 400 años. En la visión de la ecología profunda, los humanos tenemos que reaprender a convivir con la naturaleza, legitimarla, si queremos que los hijos de nuestros nietos tengan un lugar, una tierra, donde puedan vivir.

Este año Filgua propone que escalemos hasta los hombros de dos gigantes: uno, es nuestra diversidad cultural y el reconocimiento de los idiomas indígenas que compartimos con el estado mexicano de Chiapas, que participa como invitado de honor. Dos, acercarnos al pensamiento del poeta quiché, Humberto Ak’Abal, a quién Filgua le dedica esta XVI edición. Creo que hoy en día es más evidente que existe una línea invisible que separa a quienes vemos un mundo vivo, de quienes, todavía, lo ven como una máquina hecha de piezas que pueden desarmarse y volverse a juntar sin que pase nada. Esa es la manera en que nos enseñaron a pensar: que vivimos en un mundo predecible y, por tanto, controlable.

Pero, en este tercer milenio hay nuevos gigantes y nuevos escritores como Abram que van montados sobre Gregory Bateson, David Bohm, Ilya Prigogine, Humberto Maturana, Francisco Varela, Lynn Margulis, quienes refieren un mundo cambiante, no controlable, por lo tanto de infinitas posibilidades.
Si alguien vivió intensamente la relación con la naturaleza, con su cultura ancestral y le dio una nueva luz a la vida comunitaria del maya contemporáneo, fue Humberto Ak’Abal. “En las voces de los árboles viejos/ reconozco las de mis abuelos. Veladores de siglos. Sus sueños está en las raíces”. Me conmueve el poema que describe la imagen del niño que iba detrás del féretro de su padre, hacia el cementerio, cargando un matatío del tamaño de sus fuerzas, que termina así: “volví solo/y me hice hombre”.

' “Leer no es una disciplina aburrida. Es un arte”.

Guatemala está llena de picos gigantescos desde donde podemos aprender a ver más lejos. En lo personal, en mi campamento, cerca de mi cama, disponible a toda hora, está el Popol Vuh. A veces las historias de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué son una ventana para comprender la cruda realidad que vive el país. Me sorpende la similitud que existe entre nuestros políticos y las tenebrosas decisiones de los señores de Xibalbá. Muchas veces me he sentido en la misma situación de Ixquic: estar sola, ante una sola mata de maíz, y tomar la decisión de llenar la red con las barbas de la única mazorca que está frente a mí.

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