LA ERA DEL FAUNO
Cómo adiestrar a un hámster, un perro, un presidente
Cuando los animales se sienten acorralados, rugen o huyen. La naturaleza es sabia porque dopa a las bestias para que reaccionen ante un peligro. Debido a su irracionalidad, les hace responder inflando los hocicos, cambiando el color de su piel, camuflándose entre las hojas y los árboles, soltando gases, rociando veneno. A diferencia de los animales domésticos, los de monte lucharán para sobrevivir, atacando según el tamaño de su necesidad.
Una bestia con ansiedad puede ser peligrosa. Existen, sin embargo, herramientas de control que doman desde perros hasta serpientes. El ser humano —desde antes de los egipcios— ha adiestrado animales para que lo protejan o le provean cariño. Los hay sagrados, pero esa es otra historia. El caso es que para convertir a un animal salvaje en mascota se siguen ciertos pasos que logran su obediencia incondicional. No debe educársele a gritos, sino con halagos; un perro rendirá mejor si en vez de regañarlo se le pone una galleta en la trompa. Ese entrenamiento es un trabajo de paciencia electoral. Hay que madrugar, llevar y traer y hasta limpiarle donde hará su caca. En ese proceso de amaestramiento, su comitiva evitará a toda costa colocarle en público algún collar que lo haga parecer animal torturado o bajo instrucción.
Hay muchas maneras de adiestrarlo, mas todas coinciden en la importancia de darle un nombre a la mascota. Es decir, no se le puede llamar unas veces James y otra Jumis, siempre se le llamará Señor presidente, Futuro Presidente, Ídolo Nacional, Sanador de Heridas. Esas mamaderas arralan el agua de la resistencia, es decir, predisponen al acatamiento, sin ladrar. No obstante, importa el tono de voz y vale para domesticar hámsteres, monos capuchinos, ratas y dragones.
Aunque se le otorguen halagos frecuentes, siempre será necesario que no olvide quién es el amo. No sea que desconozca a su comitiva, a los de las armas o al comité coordinador, pues de lo contrario todos estarán perdidos.
De los premios. Estos pueden ser guaro, drogas, trozos de salchicha o halagos especiales. La idea es que se sienta superior, protegido, merecedor de toda clase de placeres. Cuando cumpla, se le felicitará con entusiasmo: “Qué valiente es usted”, “¡Bien hecho!”, “Usted no es un mico, señor mono”. Puede que su entusiasmo lo lleve a cometer imprudencias. Entonces, se le dirá con firmeza: “No”, “Échese”. No es momento de premiar, sino de amenazar: “Usted corre peligro”, para luego volver al elogio y la galleta. En los paseos o inauguraciones deberá aprender a andar con una correa invisible, como la voz, de no más de un metro de largo y cuando quiera ir por otro lado se le tirará levemente para que recuerde quién manda.
Llegado el momento, se le puede llevar de paseo sin correa, con un bozal. Se le quita y se le pone según el caso. Llegará a sentirse como de la familia, dueño del patio, de las galletas, del collar, es decir, de todo lo que su dueño le da. Tal amo podrá tenerle gratitud y hasta cariño, pues ha contado con él en momentos familiares muy duros, pero, después de todo, sigue siendo un animal, su mascota y solo eso.
Jimmy Morales Cabrera, imitador de presidente de Guatemala, junto a su parigual Jafeth Cabrera, anunció el viernes que no renovará el mandato de la Cicig. Innecesariamente sacó a las calles tropas del ejército, habló respaldado por los altos mandos militares y policiales. Hizo todo eso para exhibir fuerza y recordarnos que tiene las armas, y lo hizo por motivos personales, no nacionales, para salvarse él y su familia de varios delitos en su contra. “Qué valiente es usted”.
@juanlemus9