EDITORIAL
Congreso: siguen maniobras dilatorias
La forma como el Congreso de la República actuó en los dos últimos días comprueba los peores temores de los ciudadanos conscientes y convencidos del riesgo que afronta la democracia cuando sus mecanismos son utilizados con el objetivo de lograr en forma incorrecta resultados que luego reciben el rechazo generalizado.
En las dos últimas sesiones, la alianza entre los partidos Patriota y Líder ha terminado de ser evidente. El quórum fue roto, o no fue suficiente para que fuera aprobada la reforma electoral, ni siquiera con el manoseo del que han sido víctimas las propuestas de diversos sectores sociales. El otro objetivo fue no tratar lo referente al antejuicio contra el presidente Otto Pérez Molina, un hecho que le acarrea problemas serios a cualquiera de las dos agrupaciones cuya oposición existe solamente en la fachada, sobre todo después del descalabro causado al oficialismo por el abandono de su primer candidato presidencial.
El martes entrante, por obligaciones legales, el Congreso debe reunirse de nuevo, con el objetivo de continuar las dos tareas antes señaladas, así como tratar otros temas de importancia, como la aprobación del préstamo que Taiwán está dispuesto a otorgar para continuar la ampliación de la carretera al Atlántico, lo cual urge porque puede perderse esa oportunidad de beneficio para el país, por los ahorros que representa.
No se puede dejar de mencionar que en una república el Congreso es el depositario de la verdadera representación nacional, pero que en el caso guatemalteco, como desgraciadamente ocurre también en otros países latinoamericanos, se ha convertido en la fuente de mayor desprestigio. Todos los estudios de opinión pública demuestran que el Parlamento es la institución con mayor rechazo y desconfianza del país. Esto es el resultado de la forma inadecuada como la Ley Electoral y de Partidos Políticos permite que funcionen.
La preocupación originada en la actitud de los diputados, obedientes a las órdenes de quienes son los mandamases y propietarios de los partidos, se centra en el ambiente actual, pues los comicios del 2015 se encuentran a solo 31 días calendario, y rodeados de toda la serie de inesperadas situaciones acerca de la idoneidad y la legalidad de la participación de muchos de los aspirantes a la Presidencia, cuyo elevado número solo demuestra la política personalista guatemalteca, ajena a los intereses de la generalidad ciudadana y del presente y futuro nacionales.
Cada una de las acciones realizadas por los partidos políticos contribuye a un factor muy peligroso: la disminución del número de votantes. Esto es inconveniente porque aumenta la posibilidad de que el gobierno electo no sea el resultado de la participación mayoritaria de la ciudadanía, sino de un grupo cada vez más reducido. Por otro lado, los oídos sordos de los diputados a las exigencias populares, el afianzamiento de la corrupción, del nepotismo y de lo que se ha llamado clepto-narco-gobierno, tienen como terrible efecto que en un país de votantes jóvenes, como el nuestro, la decepción ante los abusos cometidos en nombre de la democracia pueda ser la semilla de una dictadura nacida en las urnas.