PLUMA INVITADA
Costo humano
El Plan para la prosperidad se trasladó a Washing-ton, donde Biden y los países del norte centroamericano cabildean para aprobar la donación. Convencer a los congresistas no será fácil, ya que existe escepticismo de que esa donación logre detener la inmigración, que es lo que a ellos realmente interesa. Ese escepticismo puede no estar infundado, si observamos que en Guatemala los aliados del Plan son sectores empresariales cuya prioridad nunca fue el desarrollo comunitario, mucho menos en las áreas rurales que más generan emigración.
Si el objetivo del Ejecutivo norteamericano realmente es desarrollar empresarialmente los lugares que nuestros jóvenes abandonan, probablemente le sería más eficiente invertir, al menos parte de esos fondos, en programas con algunos de los capitales humanos más valiosos que provienen de esas comunidades y que además viven allá, como lo son los propios migrantes. Al fin, son ellos quienes han enviado prosperidad por años al interior con sus remesas mensuales.
Entre nuestros migrantes abundan empresarios natos que desean invertir en las aldeas y cantones que los vieron nacer. Entre ellos, Alfredo es un huehueteco de la etnia chuj, que en 1991 viajó a Florida. De jornalero y obrero logró ir ascendiendo hasta llegar a supervisor, lo que le permitió ahorrar un capital. Con habilidad empresarial, montó una panadería industrial interestatal, que hoy emplea a más de 30 personas y surte pan nostálgico a 92 tiendas hispanas donde, semana a semana, los migrantes buscan las shecas y champurradas que les mantienen un poco más cerca de lo suyo. Visionario y solidario, Alfredo prioriza invertir en su terruño para evitar que su gente necesite emigrar. En una de sus iniciativas, hace tres años compró una parcela donde siembra café, que luego exporta y distribuye en las mismas tiendas donde ya vende pan. Si el Plan para la Prosperidad pretende desarrollar áreas focalizadas, apostarle a iniciativas locales debería ser prioritario.
Las donaciones generalmente vienen condicionadas, y a este caballo sí conviene verle el diente, ya que en EE. UU. nuestros migrantes están sirviendo de carnada para un negocio que a cambio exigirá detener el torrente humano en la frontera. Nuestra mano extendida reta la paciencia del conservadurismo americano, y nuevas multitudes cruzando la frontera en el futuro propiciarán medidas dolorosas para quienes ya viven allá.
Por ello, es crítico observar los datos de nuestra Dirección de Migración, que reporta que en el 2015 las deportaciones combinadas desde México y EE. UU. han aumentado un 26% respecto de las del 2014. México ha endurecido filtros y quizá por ello menos personas estén alcanzando la frontera estadounidense, pero el aumento en las deportaciones terrestres indica claramente que la emigración continúa creciendo.
El hermetismo sectorial que acompaña al Plan en Guatemala no permite un claro análisis, pero las primeras revelaciones, como lo son las propuestas energéticas, combinadas con la filosofía salarial de nuestro gobierno de turno, auguran modestos resultados en la disminución de la emigración.
Si las iniciativas energéticas realmente traerán prosperidad no es el objeto de esta crítica, pero sí lo es asociarlas a las migraciones, sin que estas provean el desarrollo que requieren las comunidades. El costo humano del Plan son los migrantes que siguen viajando y quienes, a pesar de comprender que Q1 mil 200 en la bolsa es mejor que nada, hoy, mientras preparan sus mochilas para partir, parecen haber encontrado una tercera alternativa.
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