CATALEJO
Cuatro opciones de los votantes
A CONSECUENCIA DE LAS particularidades de la actual campaña electoral, se ha despertado en un porcentaje mayor al de otras ocasiones la duda sobre cómo actuar de manera responsable en la tarea cívica de elegir a quien encabezará al Organismo Ejecutivo. La primera vuelta tuvo características inéditas y situaciones inesperadas por la manera de actuar, en general, de los políticos participantes. Se desintegró la “tradición” de considerar el heredero natural de la victoria a quien había sido derrotado en la contienda anterior. La ciudadanía descubrió su poder de acción política, y solo el corto tiempo entre el inicio de las manifestaciones y la fecha electoral impidió el logro de cambios legales mejores por ser producto de las presiones populares.
UNA DE LAS VENTAJAS del sistema electoral guatemalteco consiste en no ser obligatorio. Entre los derechos de participar como votante se encuentra el de no ejercerlo, sin por ello temer ninguna consecuencia. En ese sentido, los gobiernos desde 1985 pueden ser considerados representantes de la voluntad de quienes quisieron responder al llamado de asistir a las urnas. Pero no por ello se debe dejar de recordar el hecho de la minoría de la participación ciudadana. Debe considerarse ese hecho como resultado de la inconformidad o del desinterés de algunos grupos ciudadanos importantes —los jóvenes o los residentes fuera de las áreas urbanas, por ejemplo—. Y no se puede obviar la necesidad de convencer a los desinteresados para revertir esa situación.
TRES CONSTITUYEN LAS opciones del votante guatemalteco. La primera, ir a votar, ya sea por estar convencido de hacerlo por quien ha otorgado promesas confiables, o por temor a la victoria de alguien considerado malo o peor, si la escogencia es entre tales categorías. Esa es la forma como se ha votado en muchas ocasiones. Vinicio Cerezo, en 1985, obtuvo votos para él, pero después Jorge Serrano recibió el voto contra Jorge Carpio; Álvaro Arzú, el contrario a Alfonso Portillo; Portillo, el contrario a Óscar Berger, Álvaro Colom, el contrario a Otto Pérez Molina; éste, el voto contra Manuel Baldizón, y esta vez Jimmy Morales tuvo el voto contra todos los demás. Ese voto en contra ha tenido en todos los casos consecuencias francamente desastrosas, vergonzosas, inaceptables y sobre todo lamentables.
LA SEGUNDA OPCIÓN ES ausentarse de las urnas, porque ninguno de los aspirantes despierta confianza. Históricamente, en la segunda vuelta la participación se reduce 20%, y los votos blancos y nulos representan un 10% menos, reduciendo así a 70% los votos válidos de la primera vuelta. Al convertir en un 100% esa cifra, los números obtenidos suben porcentualmente, y por eso han fluctuado entre el 30/35% del total de esos votos válidos mencionados. Si el ausentismo aumenta, se reduce la cifra de los votos necesarios para obtener la mayoría, y al mismo tiempo disminuye el porcentaje obtenido al compararlo con los votos válidos de la primera vuelta. Por eso gobiernos no tienen el mandato de la mayoría de la población.
HAY UNA OPCIÓN POCO USADA, pero existente, y posibilitada porque en estos momentos hay molestia, temor y frustración en algunos grupos ciudadanos al considerar a los dos contendientes poco adecuados para el puesto, por diversas razones, pero en resumen: a uno de ellos, por no conocerlo, y a su rival, por conocerla. Esa tercera posibilidad es un tipo nuevo de voto nulo, sin valor legal alguno, pero sí una forma de dar un mensaje contra el sistema. Consiste en tomarse la molestia de ir a las urnas a anular el voto de manera intencional, para presentar un mensaje muy claro de protesta. Numerosas personas me han comentado su decisión de hacerlo y lo veo como uno de los válidos derechos ciudadanos del actual sistema electoral.