LIBERAL SIN NEO
Curva de admiración en descenso
Con el tiempo me he dado cuenta de que mis opiniones sobre cuestiones particulares van cambiando a medida que me informo mejor, o la sucesión de hechos demuestran que estaba equivocado y debo reconocerlo. Hurgando en mi archivo de columnas, leo una del 2015, cuestionando las objeciones al proyecto de Terminal de Contenedores Quetzal (TCQ), subsidiaria local de la empresa catalana Terminal de Contenedores Barcelona (GRUP TCB). No me parecía que el contrato fuera “lesivo al Estado” y era de la opinión de que a Guatemala le convenía este puerto moderno con tecnología de punta. Al poco tiempo se evidenciaron los sobornos de decenas de millones de quetzales pagados a OPM, Baldetti & Compañía por parte de Grup TCB, dándole un olor nauseabundo al asunto. Me equivoqué; TCQ nació corrupto y torcido, aun cuando el proyecto es de beneficio para Guatemala y es una lástima que no tuviera viabilidad sin pagar grandes mordidas.
En abril de 2015 se destapó la red de defraudación aduanera llamada La Línea, seguido por una serie de eventos que permitían pensar que se estaban ganando grandes batallas en la guerra contra la corrupción. Se dieron épicas concentraciones, protestas y manifestaciones públicas y se percibía un pueblo unido. Creció la admiración por Iván Velásquez, Thelma Aldana y Todd Robinson, considerados adalides de una heroica gesta que sistemáticamente desmantelaba la corrupción. Los jueves de Cicig, donde, en conferencia de prensa, se denunciaba la más reciente victoria, acaparaban la atención. Se sentía optimismo; el sistema putrefacto estaba sanando.
Ya no hay tanto entusiasmo. Transcurrido el tiempo, los procesos legales están estancados, no llegan a definición y el pueblo va perdiendo interés, aburrido de amparos, tecnicismos jurídicos y el reciclaje de historias. Ya no ha habido casos emblemáticos. Si bien OPM, Baldetti & Co. están privados de libertad, el guatemalteco percibe que han cambiado los actores pero los negocios siguen a la orden del día.
Iván Velásquez, Thelma Aldana y Todd Robinson se han convertido en actores políticos, con agendas propias que distan de sus mandatos. Cuestionar cualquier cosa que digan o hagan es estar a favor de la corrupción y en contra de los cambios que necesita Guatemala; son infalibles y omniscientes. Un ejemplo son las reformas a la Constitución, que tanto han impulsado, a todas luces mal concebidas y contraproducentes. Pero quien las cuestione está a favor de la corrupción. El MP se dedicó a perseguir a viejos militares y agudizar los conflictos del pasado que habrían quedado resueltos con los acuerdos de paz. Le siguen el juego a las ONG y a los promotores de la conflictividad; basta ver con quiénes salen constantemente en la foto y las causas que apoyan.
El mandato de la Cicig es apoyar al MP y a la PNC en “la investigación de los delitos cometidos por integrantes de los cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos de seguridad… [y] al desmantelamiento de estos grupos”. ¿Y los “cuerpos ilegales” que provocan tanta delincuencia e inseguridad, o los que promueven la conflictividad, atacan a la actividad productiva y secuestran la institucionalidad del país? ¿Hay hoy más seguridad que cuando vino la Cicig hace una década? Me equivoqué; he perdido la fe y ya no los considero santos ni capaces de hacer milagros. Son mortales y falibles, que en la cresta del poder y la adulación han llegado a creer que son inmortales e infalibles. Velásquez, Aldana y Robinson empezaron por buen camino, pero han perdido el rumbo y han sido capturados por agendas políticas e ideológicas.
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