LA ERA DEL FAUNO

De trapo, pero esta es una dictadura

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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A muy poco estamos de cambiar la exigencia de la lucha contra la corrupción por la lucha por nuestra liberación. Vivimos una dictadura. Quizá, la noción de dictador que tenemos sea obsoleta, de personajes como Pinochet o Franco al mando de tanques, dominando a su plana mayor llena de insignias, que lanzan desde aviones gente amarrada y propaganda anticomunista.

Es posible que nuestra perplejidad nos impida creer que una dictadura pueda provenir de un sujeto ridículo, apoyado por iguales y al que se le caen los planes, que es torpe y descarado, debido a que —según sabemos— hasta el fascismo tiene sus estrategas. Aclaremos que las palabras “ridículo” y “descarado” no tienen solamente uso ofensivo. Darles apenas esa lectura es limitarlas. “Ridículo”, “descarado”, incluso “practicante de la vieja política” tienen significados operativos antes que ofensivos concernientes a Jimmy Morales. Llamarlo actor de la vieja política no es insultarlo, sino describirlo ejecutor de un procedimiento de actos criminales.

Esa dictadura está en marcha. No vemos al monstruo que observa el desfile de terror celebrado en su honor, no es un fascismo como el que enfrentaron las multitudes del Mayo francés o la Insurrección de Praga. La dictadura de “nuestro fantoche” es la de un comandante de palo con su rifle de cartón, dominado por una sombra. Pero también es monstruoso. Esa sombra es el Ejército al cual se arrima. Es la Policía de Degenhart que ya da visos de haber sido reacomodada para reducir la dinámica del MP y la Cicig; es el que haya cedido el mando del país a un individuo acusado de varios delitos, el alcalde capitalino.

Ese fascismo, acorde a nuestra realidad, es más que una actitud autoritaria y antidemocrática con su exaltación nacionalista, pretensiones totalitarias y fanatismo religioso ya encausado; es, además, una desfachatez. Resulta imposible ver en Morales a un dictador implacable. No da para tanto, pero esos son los peores.

La incapacidad y la comicidad impiden que dimensionemos su monstruosidad. Su daño no es de tanquetas, es como el óxido en las ollas. Lo bueno de ese fascismo es que opera con habilidad de serpiente que se come su propia cola y se envenena los hocicos, pues el fantoche se ha reproducido a sí mismo con todo y su tropa loca —sin metáforas— en su partido político, en los ministerios, creando discordia y vergüenza por todas partes. ¿O alguien se atreve a asegurar que el Ejército por entero y la Policía en su totalidad, que las instituciones están contentas con ese borracho de poder? Ha cantinfleado las instituciones, las llenó de repugnancia en el hemiciclo y en las cortes y en sus huestes y de señoras fodongas. Todos, con sus ocurrencias, con sus propuestas de leyes absurdas, entretienen, generan chistes y con eso impiden que sea tomada en serio y enfrentada la dictadura, aunque sea de trapo, como se lo merecería.

Aun cuando no haya posibilidades de emancipación que parta como en tiempos del movimiento obrero, ni de los estudiantes encolerizados de Marcuse, ni de los sindicatos, tenemos nuestras propias plazas y singularidad. Alertas a la presencia. Por eso el apoyo a la Cicig y al MP, pues son la vía legal que queda. Por eso, estamos atentos a la comisión que propondrá los candidatos a fiscal del MP.

De momento, disfrutemos cada respuesta, cada estupidez, cada pequeño triunfo de los corruptos y cada espectáculo de encubrimiento —incluido el descarado del viernes cuando dos jueces decidieron proteger a Álvaro Arzú— porque los pone en evidencia y los aproxima a su caída. Todas las dictaduras caen.

@juanlemus9

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