EDITORIAL
Del adversario, oíd el consejo
Un viejo refrán castizo dice: “del enemigo, el consejo”. Pero se puede entender también como “del adversario, el consejo”. Su sentido es la calidad positiva de quien ataca, o critica; en realidad está dando un consejo, porque al señalar errores, se puede y se debe interpretar como el señalamiento gratuito de qué debe hacerse. En otra forma de interpretarlo, indica que quienes están cerca muchas veces no tienen la valentía o la capacidad de advertir sobre posibles consecuencias negativas de toda acción poco o nada meditada.
Lo anterior viene al caso como consecuencia de que el presidente Otto Pérez Molina haya, por fin, aceptado las razones por las cuales era fundamental aprobar la permanencia de la Cicig. Tras el trago amargo que significó haber tenido que admitir lo expresado tantas veces tanto dentro como fuera del país, se vio en la necesidad de admitir que los ciudadanos guatemaltecos están abiertamente en contra de la red de corrupción aún existente en el Gobierno. Esto hace que en las investigaciones de los funcionarios acusados deba ser incluido él y la vicepresidenta Roxana Baldetti.
Ayer se supo de una decisión positiva adicional: la de reunirse con representantes de diversos sectores nacionales —y ojalá internacionales también— para escuchar los criterios acerca de dos temas: uno, las causas de la crisis, y dos, la estrategia que debe seguirse para tomar acciones que tanto dentro como fuera del país sean percibidas como paso para evitar la razón principal del descalabro, es decir la impunidad con la que se corona a la corrupción.
Por supuesto, estas reuniones deben tener como objetivo escuchar con atención y con la idea de aplicar las ideas sugeridas. Quienes asistan serán personas cuya presencia en los diálogos es consecuencia de su deseo por colaborar en que el país inicie el regreso a la normalidad, camino que pasa necesariamente por la aplicación adecuada de la justicia, sin lo cual quedaría como una lamentable pérdida de tiempo.
En otras ocasiones, el sector civil ha presentado sugerencias, ha hecho reuniones y a veces hasta pactos públicos, sin que se haya logrado nada porque en Guatemala no existe siquiera el concepto de la aplicación de una política de Estado. Existe la confusión entre el concepto de este con el de gobierno. Por ello, cada vez que este cambia, lo hacen también los criterios. A ello se agrega la ausencia de una carrera burocrática, por lo que constituyen premios políticos, no nombramientos a instituciones estatales y gubernativas de cualquier nivel de importancia. Ello provoca el retroceso constante e imparable del país y de sus habitantes.
El tiempo no le es favorable al presidente. Dentro de pocos días comienza oficialmente la campaña electoral en la que el Partido Patriota está imposibilitado de quedar en primero o segundo lugar, por lo que su desintegración total es casi un hecho. Pese a ello, no es inútil que el presidente escuche mucho y hable menos para que su lugar en la historia no sea tan negro como está ahora, una verdad dolorosa, pero indudable.