Desafíos actuales

FRANK LA RUE LEWY

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es que fue un líder carismático con la capacidad de inspirar a las grandes mayorías de su país y logró también reenfocar el gasto público y cambiar positivamente el nivel de vida de los sectores más pobres de Venezuela.

Sin embargo, hoy el desafío es complicado, pues su sucesor Nicolás Maduro no tiene el carisma de Chávez ni su credibilidad. Por el contrario, Maduro tiende a cometer graves errores de comunicación como insistir en que escucha “pajaritos” y, por otro lado, no pareciera tener una clara planificación económica que le permita diversificar los ingresos del Estado y satisfacer otras necesidades como la producción de productos básicos para la alimentación. Está claro que Venezuela es ciertamente una potencia petrolera del mundo, pero no puede darse el lujo de depender exclusivamente de su petróleo para su economía. Por otro lado, la oposición conspira sistemáticamente y pretende utilizar campañas de comunicación que confunden a la población.

El problema estriba en que, en pleno siglo XXI, ningún régimen democrático puede silenciar a los medios de comunicación, cualquiera que sea su posición, cuando la única opción debe ser desarrollar y fortalecer medios alternativos de comunicación para garantizar que la población esté debidamente informada con diversidad de medios y pluralismo de posiciones. Lo más importante es crear espacios de diálogo o de debate que puede ser incluso, intenso pero serio, respetuoso y de altura, y no permitir que se deteriore y reencarne retóricas de guerra fría que conduce a insultos verbales que pueden derivarse en enfrentamientos violentos de palabra o de hecho.

En el caso de Guatemala, vivimos un fenómeno grave, pues se dan iniciativas de una fundación que pretende arrogarse el derecho de llamar terrorista a cualquier persona que no está de acuerdo con ellos, incluyendo a representantes diplomáticos de países que siempre han sido amigos de la paz y la democracia del país, con posiciones de la línea dura del Ejército que cree que puede revivir los años de 1980.

Hay claramente en algunos sectores de poder una tendencia aislacionista, que tienen como propósito evadir la observación y crítica internacional y así poder mantener la impunidad y ausencia de justicia. Guatemala es un país pequeño y débil, con un Estado disfuncional que no es capaz de resolver sus problemas básicos ni de enfrentar el problema principal de la democracia, que es el crecimiento del crimen organizado y mantener un estado de Derecho, sin impunidad. Sin embargo, la historia no retrocede, y los años de 1980 no regresarán.

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