EDITORIAL

Emblemática espera de la Pascua

La Pascua judía es una conmemoración referente a la larga noche en que el pueblo de Israel esperó en familia el paso de la última de las plagas de Egipto, y es por ello que la cristiandad también aguarda en vigilia memorial, cada Sábado Santo, la esperada resurrección de Cristo, misterio fundacional de fe y que constituye un llamado a la esperanza que le da sentido total al tiempo penitencial de Cuaresma y Semana Santa, cuyas expresiones de devoción popular quedaron suspendidas para frenar el contagio del coronavirus, una calamidad que resulta inevitable asociar a las penurias faraónicas.

Desde el estallido de esta enfermedad en Wuhan, China, hace más de cien días, se han perdido miles de vidas alrededor del mundo, una cauda de dolor inconmensurable, puesto que implica ruptura de familias, luto de amigos y todo un efecto en cadena sobre la salubridad, el turismo, la economía, la productividad, los empleos y el riesgo para el sustento de más familias, en un colosal ciclo que tiene lecturas religiosas, financieras, tecnocráticas, científicas e incluso evolutivas.

Los guatemaltecos han podido mostrar muchas de sus mejores cualidades en esta situación: niños y jóvenes se han adaptado a una educación a distancia que exhibe su potencial y sus limitaciones; miles de trabajadores laboran desde sus casas para mantener a flote la economía, mientras otros, que han debido cesar sus actividades, esperan con paciencia la asistencia ofrecida por el Gobierno. También ha sido elocuente el discurso de servicio, entrega y abnegación que se ofrece a diario, no con palabras, sino con acciones, por parte de médicos, enfermeros, socorristas, servidores públicos y voluntarios.

Desafortunadamente también hay conductas irresponsables y rayanas en la necedad: las aglomeraciones en tiendas o bancos, sin respetar la distancia de seguridad; las transgresiones del toque de queda, que han incluido ingesta de bebidas alcohólicas, agresiones contra agentes policiales o la realización grupal de acciones devocionales como elaboración de alfombras o altares en atrios de iglesias, sin respetar horarios de restricción y sin usar ningún equipo protector. Así también cabe señalar a los cientos de automovilistas que han intentado llegar a las playas, como si se tratara de un verano más y no de una emergencia que está costando millones de quetzales a diario, y la cual pone en riesgo miles de vidas, incluyendo las de los indolentes.

En la parroquia El Calvario, de la zona 1, el presbítero rector Manuel Chilín hacia un planteamiento dialógico interesante: ¿Qué nos está tratando de decir el Señor con toda esta situación? Se trata de una pregunta que atañe tanto a católicos como a no católicos, puesto que a fin de cuentas se trata de encontrar un sentido trascendental a las acciones y vivencias. Resulta lamentable, pues, que en nombre de la piedad o la devoción se cometan imprudencias que pueden dañar incluso a la propia familia.

La Pascua trae la celebración del más grande misterio de los cristianos. En su momento histórico, no fue sencillo ni fácil para el propio Salvador enfrentarse a una dolorosa pasión y a la muerte en la cruz. Este año hay una vivencia inédita, inesperada e inolvidable; una oportunidad de encuentro en familia en una semana que puede hacerse aún más santa si se sabe hacer obra los valores, y la primera gran acción puede ser quedarse en casa para proteger a los seres amados y al prójimo; es decir, la comunidad.

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