SI ME PERMITE

Educar, proceso de cambio

|

“Educar a alguien no es hacerle comprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”: John Ruskin.

Al iniciar un ciclo escolar más, es muy importante el tener claro el porqué del ejercicio al que se someten los estudiantes —o bien, para los que enviamos a los nuestros a estudiar—: esto es porque debemos estar determinados en alcanzar los objetivos que nos proponemos para que la gratificación sea justificada.

Si el tiempo de la educación fuera para la simple titulación, no se justificaría el esfuerzo, más bien se debería entender que la titulación es simplemente el final natural del proceso y no un fin en sí mismo. Claro que muchos podrán preguntarme si tengo un título y en qué es, pero fundamentalmente este proceso educativo es para capacitarme y prepararme para un desempeño en el resto de mi vida.

Es claro entender que a uno le gusta lo que estudia porque se somete para una educación que el resto de su vida va a ejercer y funcionar, y por lo mismo fácilmente los que me rodean notan y perciben los cambios que se han generado en mi modo de pensar y también en mi modo de ser, porque fundado en la formación que produce, el proceso educativo ha desarrollado cambios no necesariamente en apariencia, sino en el modo de percibir mi persona, el entorno y los retos que la vida misma está ofreciendo.

Por lo anterior, es importante que después de haber recibido la educación básica tenga que estar consiente de mi capacidad, la que debe ser compatible con mi manera de pensar y con los sueños que tengo para la vida, entendiendo que el resto de mi vida estaré desempeñando actividades en el marco de mi formación y que lo debo hacer con satisfacción, siempre buscando los medios que me permitan avanzar en lo que un día inicia y ha llegado a ser parte de mi persona.

Cuando nos proponemos a ser educados, aceptamos que enfrentamos los retos de cambios no solo en el modo de pensar y ser, sino también en el proceder. Si entendemos que la educación no es simplemente una acumulación de información, sino de formación; por ello el cambio no es una amenaza, sino un reto que se abraza para que la funcionalidad en el resto de la vida sea correspondiente a lo que fuimos sometidos. Si es por ejemplo en deportes, nuestro andar y aparentar lo dice; si es científico, en ningún momento será una pesadez el tiempo ocupado e invertido en un laboratorio para poder probar el punto científico que quiero demostrar, porque la gratificación está centrada en el final de la tarea.

Cuando hemos sido educados y hemos llegado a una etapa final, no solo lo demostramos, sino también proyectamos el entendimiento que tenemos de la responsabilidad que hemos adquirido por la formación que ha implantado en nuestra personalidad la educación que asimilamos. Si soy agrónomo, lo debiera notar en el modo como explico lo que la naturaleza produce y cómo se puede mejorar el trabajo que se hace en el campo, para que este sea más productivo con toda la paciencia que el caso amerite. En caso de ser auditor, se nota en la claridad de explicar las realidades financieras.

Cuando entendemos que la vida es un constante encadenamiento de vivencias entre el pasado y el futuro que queremos alcanzar, debe haber una afinidad para que la frustración no esté en nuestra agenda, sino más bien esté presente la gratificación por el esfuerzo hecho y el resultado que quienes hemos llegado a ser.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.