A CONTRALUZ

El Cacif quiere ser juez y parte

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La denuncia que hizo Juan Francisco Sandoval, jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci), sobre las acciones de intimidación en su contra es más que reveladora porque muestra en toda su magnitud cómo operan las estructuras que tratan de que en Guatemala todo siga igual, sin lucha contra la corrupción y la impunidad. Y hay que decirlo muy claro: al frente de esa campaña de desprestigio e intimidación se encuentra el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif), artífice de las acciones en contra de Iván Velásquez y la Cicig, y que ahora la emprende contra un fiscal por el simple hecho de haber tocado a uno de los intocables: el empresario y exministro Carlos Vielmann. Y también aclaro: no me refiero a todos los empresarios, porque hay personas honorables, sino a una élite que se arroga la representación de todo un sector, pero que solo representa los intereses de un grupo reducido, la oligarquía que le dicen.

La semana pasada la directiva del Cacif exigía que no se litigue por la prensa; sin embargo, esa cúpula sí lo puede hacer. Le pidió a la jefa del Ministerio Público que efectúe investigaciones internas y en forma velada pidió la destitución de los miembros de la Feci por tener “agendas particulares” y la supuesta existencia de testigos protegidos que calificó de no idóneos. Para atacar a Sandoval, un medio digital cercano al Cacif, vaya coincidencia, difundió audios en los que a algunos reos peligrosos supuestamente les ofrecían beneficios a cambio de ser testigos protegidos. El tamal estaba hecho, al igual que los netcenter que atacan en redes sociales y las mantas que han aparecido en la vía pública vinculando a la Feci-Cicig con bandas de secuestradores. El propio fiscal Sandoval calificó esos audios de “dudosa procedencia, legitimidad y autenticidad” y que han servido para poner en riesgo su vida, la de sus familiares y amigos.

Sandoval también denunció: “Han utilizado mecanismos de intimidación desde la estructura gubernamental, socavando avances en materia de transparencia, intimidando a medios de comunicación, jueces y fiscales desde su perversa y millonaria maquinaria publicitaria”. La cruzada contra Iván Velásquez y la Cicig, coordinada y pagada por miembros de la cúpula empresarial, también tuvo el efecto de que el presidente Jimmy Morales se les acercara aún más. De hecho, Morales fue el candidato del Cacif en las pasadas elecciones y al que le inyectaron financiamiento electoral ilícito, por lo que ahora debe responder a esa inversión. En realidad la cúpula empresarial es la que dirige el país, con lo cual le da sentido al término oligarquía, como forma de gobierno en el que el poder está en manos de un grupo reducido que pertenece a una misma clase social.

La lucha anticorrupción fue positiva para el Cacif cuando era contra políticos y funcionarios. Aplaudía esa labor de limpieza, pero cuando las investigaciones penales tocaron a sus puertas y cayeron banqueros, industriales y comerciantes, ya no le gustó. ¿Cómo era posible que a ellos, a los dueños del país, los tacharan de delincuentes? El fiscal Sandoval da la respuesta, al señalar que desde la Feci: “se ha develado el mecanismo de funcionamiento de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos que han intentado generar impunidad de sus acciones (…) dichos cuerpos han desarrollado redes político económicas ilícitas, que han pervertido la pureza del régimen electoral, corrompido el ejercicio de la función pública, creado mecanismos de blanqueamiento de capitales ilícitos, y perturbado el desarrollo del país”. Por eso el Cacif quiere descabezar a la Feci, pero no se ha dado cuenta que ya no estamos en el pasado cuando podía hacer lo que quisiera. Hoy debe saber que hasta quienes se creen dioses deben enfrentar la investigación penal y la justicia.

@hshetemul

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.