CON NOMBRE PROPIO

El Estado y usted

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¿Qué es el Estado?, sería pregunta interesante para alguna encuesta. ¿Quién cuida del interés del Estado en un país donde cada gobierno llega a hacer trinquetes o existen grupos de presión que hacen cola para esquilmarlo?

La respuesta de qué es el Estado la debemos recoger en lo cotidiano, en lo que vemos a diario, y no dejar el tema para que solo los intelectuales armen grandes discusiones diletantes sobre el tema; por el contrario, pocos saben cómo funciona nuestro cuerpo, pero sentimos cuando algo no está bien; muchos no tenemos idea de cómo funciona el televisor o el internet, pero igual somos usuarios diarios y sabemos cuándo algo no camina; en fin, poco importa que no se pueda establecer un concepto de Estado, pero deberíamos saber cuándo no funciona, o por el contrario, si alguien se aprovecha de él.

Veamos tres ejemplos bien fáciles para evidenciar que quizás el problema radica en nuestra formación ciudadana y por eso dejamos que “las cosas pasen y no pase nada”.

El primer ejemplo es el correo. Un gobierno vino y concesionó el correo. La concesión terminó en su plazo y aún así la empresa responsable siguió haciéndose cargo del servicio hasta que el desinterés de los gobiernos obligó a entregar los bártulos y hacer valer su contrato. A la fecha el correo es uno de los monumentos más ilustres de la incapacidad de este gobierno y cuando se escuchan razones de los funcionarios para explicar el patético caso, si fuéramos realmente ciudadanos interesados, mejor iríamos a la farmacia a comprar un antidepresivo ante semejantes argumentos. La ley acá no tiene ni rango de consejo.

El segundo ejemplo es la carretera de Palín a Escuintla. Nadie duda que es la mejor carretera que existe en estos momentos, pero el Congreso anterior rechazó un aumento de peaje que se había solicitado para hacer mejoras, por un lado, y por el otro, como funciona bien, poco importa si el negocio es bueno o malo para el Estado, porque basta y sobra ante el pésimo momento de la red vial que la ruta siga “sin clavo”. Si algo puede hacerse para mejorar, desde el punto de vista de la empresa, a nadie le importa; y si algo puede hacerse por mejorar, desde el punto de vista del Estado, menos importa, porque solo la inquietud asusta y desanima.

El tercer ejemplo es fácil de ver para los capitalinos. En el mal llamado bulevar Liberación se concesionó por la Municipalidad a la empresa que maneja Funerales Señoriales un área importante contigua al Reloj de Flores para edificar un sótano y construir un estacionamiento a cambio, a la vez también, de construir un “parque” —en su momento algún publicista recomendó llamarlo “ecológico”—, así como una gran pasarela que comunicaría las dos grandes banquetas de la ruta. A la fecha existe un parqueo que funciona como lote propio de las capillas funerarias y cobra lo que se le da la gana. El parque —si a eso se le puede llamar así— está olvidado y horroroso, pero la genialidad es que todo el tráfico peatonal de la pasarela no tiene la opción de bajar, sino que es obligado y así se sube, se baja, se sube y se baja —ni hablar de quien está en silla de ruedas—. De esta forma se lucra con un bien municipal a manos llenas y poco nos importa.

Un servicio público como el correo, una concesión como la carretera y el uso de un bien público como el parqueo nos dibujan de cuerpo entero: el Estado no importa y el tema es sacar raja mientras el ciudadano no le atine.

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.