CATALEJO
El periodismo incluye toparse con gentuza
A LO LARGO DE MÁS DE 30 años de escribir columnas de opinión, he afianzado mi criterio de no utilizar el privilegiado espacio periodístico para mencionar temas personales, porque estos solo interesan a familiares y amigos, incluso cuando se trata de insultos, referencias malintencionadas o mentiras recibidas de personas descalificadas, mediocres, ignorantes, y así un largo etcétera. Quienes me conocen y/o leen tendrán una opinión acerca de mis criterios, expresados en las columnas, como debe ser. Pero cuando se reciben diatribas, propias de quienes están conscientes de serles imposible defender sus posiciones, los lectores tienen derecho a saber de dónde nacen los insultos, a fin de poder llegar a sus propias conclusiones.
ES IMPORTANTE TAMBIÉN, en caso de necesidad, compartir con los lectores criterios acerca de algunas características de quienes uno conoce cuando se es periodista. Obviamente, algunos casos causan orgullo y satisfacción, por ser gente de primera línea, mientras otros despiertan sentimientos encontrados: el lamento de haber perdido el tiempo al conocerlos, y la satisfacción por comprobar los alcances de la bajeza humana. Creo debido también señalar brevemente algunos criterios propios. Por ejemplo, considerar a la valentía algo imposible de exigir y a la cobardía algo imposible de perdonar. No dar la cara al criticar y sobre todo cuando se miente o se insulta constituye un ejemplo claro de esta lacra de la personalidad de la gentuza.
RECUERDO UN PAR DE CASOS de gente cuyo conocimiento significó para mí una pérdida de tiempo. En ambos fue un error de mi parte acceder a sus suplicantes peticiones de hablarme. El primero ocurrió hace muchos años, cuando un personaje fantasmal, menudo de cuerpo, imposibilitado de ver de frente, organizó una reunión cuasi secreta en un hotel. Me impresionó su escaso conocimiento periodístico, así como su súbita palidez y escape a la carrera cuando su asistente le informó de la presencia de un fotógrafo. En el segundo caso, durante días rogó por una reunión un ser con evidentes pocas entendederas, ocupante de un puesto político gracias a su grosera manipulación mediática, quien se apareció con un hermano exmilitar. Nunca les había hablado a ambos, hoy acusados por la Cicig de grotescas ilegalidades.
ES NECESARIO TAMBIÉN hablar de algunos valores propios. Uno, el respeto a la mujer. Es cobarde poner en riesgo a la esposa, forzándola a firmar papeles comprometedores de serios peligros legales, y cuando estos ocurren, no desenmascararse para rescatarla. Lo es también acusar a señoras dignas de acciones ilegales falsas, sobre todo si se sabe a ciencia cierta de esa falsedad. Es tonto no priorizar los problemas, y mentir en vez de enfrentar el riesgo de problemas legales en el país donde el farsante se ha visto obligado a residir porque en el propio estuvo en merecida prisión por sus ilegalidades. Menos aún, hablar de moralidad si los empleados, para salvar sus mal remunerados trabajos, se ven obligados a salir a dar la cara.
ESTAS EXPLICACIONES a mis amigos, familia y lectores son necesarias porque creo mi deber no preocuparlos. La media verdad supera en maldad a la mentira monda y lironda. Actuar siempre desde las sombras tupe el raciocinio, si este existe, y provoca desesperación cuando penetra la luz. Por el contrario, cuando se actúa en manera opuesta, cualquier señalamiento de la gentuza no merece comentario porque el desprestigio surge para quedarse en cuanto las ilegalidades e incorrecciones salen a la superficie. No se puede engañar a todos todo el tiempo, ni hay marcha atrás cuando los ciudadanos descubren haber sido insultados con mentiras y manipulaciones. Su veredicto de culpabilidad es inapelable, y ello aterroriza a cobardes y corruptos.