PUNTO DE ENCUENTRO
El valor de la unidad
El domingo dejó la presidencia de Uruguay José Pepe Mujica. Con una popularidad que supera el 62%, se despidió de su pueblo después de cinco años de mandato, diciendo: “No me voy, estoy llegando, me iré con el último aliento, donde esté, estaré por ti”. Fue su último acto público, antes de entregar la banda presidencial a su sucesor, Tabaré Vázquez.
El carisma de Mujica puso a Uruguay en el centro del escenario mundial. La manera austera en la que vive, la coherencia entre el discurso y la práctica y la adopción de políticas que transformaron la vida de la gente le valieron el reconocimiento incluso de quienes no piensan como él. Es un líder en todo el sentido de la palabra.
Pero más allá de él y de su innegable valor como persona y como dirigente, lo que es necesario destacar es la importancia del Frente Amplio (FA), la coalición de izquierdas que lo llevó al poder. El FA es espacio plural, progresista y de construcción colectiva, que es lo que realmente ha permitido el cambio profundo que se vive hoy en el Uruguay. Tiene más de 40 años de historia de militancia y compromiso, en su seno se albergan fuerzas políticas de izquierda de distintas intensidades, que debaten, reflexionan y plantean un programa común y de consenso.
Por supuesto que no es fácil llevar adelante un proyecto plural, participativo y democrático. Es más sencillo caer en la tentación del autoritarismo y las imposiciones, pero estas, a la larga, solamente llevan al fracaso y terminan por convertir a los movimientos en proyectos personales e individualistas proclives al caudillismo. El gran éxito del FA ha sido construir lazos perdurables a partir de las coincidencias y la búsqueda de los puntos de encuentro en las diferencias.
Sin una fuerza política progresista habría sido imposible aprobar leyes que dotaran de contenido el programa de gobierno. No se habría avanzado en la disminución del desempleo o en acortar la brecha de la desigualdad. No se habría disminuido ostensiblemente el número de personas que viven en pobreza y en miseria, ni se hubiera podido establecer un mecanismo participativo para la fijación de salarios dignos en todas las esferas laborales y una ley de responsabilidad penal empresarial ante la muerte de trabajadores por falta de seguridad en el empleo. Tampoco se hubiera aprobado la ley de medios, ni la del matrimonio igualitario, y habría sido imposible avanzar en la búsqueda de los desaparecidos y en el juzgamiento de los responsables de la represión.
Esas no son conquistas personales, son triunfos producto de la lucha colectiva y de la unidad, y así hay que entenderlos. Los dirigentes son centrales en la práctica política, pero no son imprescindibles ni insustituibles, su valor está dado por el compromiso en la militancia y la visión de sumar y no dividir. Me parece, con todo respeto, que esa es la lección más importante que nos da la izquierda uruguaya del Frente Amplio: construcción colectiva, militancia y unidad. Muy lejos de esa visión tan nuestra del caudillo salvador.