PRESTO NON TROPPO
El XX Festival del Centro Histórico
Corría el año de 1998. Sentados en el Salón de las Banderas del Palacio Nacional, escuchábamos anunciar, a las personalidades encargadas de conducir la ceremonia, que como parte de las actividades para promulgar la “Declaratoria del Centro Histórico y los Conjuntos Históricos de la Ciudad de Guatemala”, a partir de entonces se llevaría a cabo un festival cultural en la urbe capitalina, siempre durante el mes de agosto. Con regocijo podemos atestiguar que así ha sido y en ello hemos podido intervenir continua y activamente, al punto que este año se cumple la vigésima edición del Festival del Centro Histórico. Logros trascendentes y nada despreciables para una nación anhelante y urgentemente necesitada de expresiones relevantes y permanentes. Es nuestra construcción como pueblo, como país, como Estado.
La celebración llega, pues, a sus dos decenios de existencia. A partir del día de inauguración (que en esta ocasión tendrá lugar el próximo jueves 10) hasta la clausura (el sábado 19), esta fiesta de la cultura nos ofrece una plétora de muestras artísticas, tal cual ya ha sido tradición en tantas jornadas anteriores. Conciertos, recitales poéticos, exposiciones de arte visual, recorridos y visitas guiadas por la zona central de la ciudad, conversatorios, conferencias, cine, funciones de danza y teatro, talleres de diversa índole, muestras de artesanía, verbenas, lecturas, performance, incluso una clase abierta de aeróbicos, baile y tai-chi, así como un mercadito de arte y diseño. Difícilmente se puede hablar de festejos estéticos más completos y variados, no solamente en nuestro medio, sino en cualquier parte del planeta.
Ahora bien, es justo referirse a los artistas. Son la razón de éste y de todo festival. Desde los ansiosos por figurar (porque son muy jóvenes o porque se sienten mal reconocidos), hasta quienes despreocupadamente pueden preciarse de una trayectoria indiscutible (y sin duda pueden darse algún aire de largas contribuciones al evento), todas y todos ponen de su parte y de su arte para hacer del FCH, un acontecimiento memorable. Estos aportes no pueden quedar en el aire. La facultad de movimiento de una bailarina; el arte de un músico para conmover con un sonido; el etéreo pero profundo empellón que es capaz de darle al alma un escritor, una poeta, un cuentacuentos… todo esto es consecuencia de muchos, muchísimos años de preparación y la adquisición de experiencia; con todas sus alegrías, pero igual con todos sus sinsabores.
¿Vamos entonces a “vivir el Centro”, como nos invita la publicidad del festival? Hay jovencitas y jovencitos que, recluidos en sus burbujas del suburbio, jamás han visitado la zona número uno de la ciudad capital. Ni siquiera para realizar un trámite burocrático. Ni siquiera para visitar a un compañero de clases. Ni siquiera para ver, en una sencilla presentación, a una amiguita que en un teatro bailará una pieza al son de Alcántara, María del Tránsito Barrios, Joaquín Orellana o Malacates Trébol Shop.
Un muy sincero y honesto aplauso al Ministerio de Cultura y Deportes, a la Municipalidad de Guatemala, a la tricentenaria Universidad de San Carlos, al Instituto Guatemalteco de Turismo y a los patrocinadores privados, cuyo sustento material es imprescindible para la realización de este festival. No desfallezcan en sus auspicios a este festival. No pierdan la fe en el ser humano y su ingenio para concebir, para innovar, para plasmar en el arte y la cultura, lo que ningún otro enunciado puede dar a entender.
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