DE MIS NOTAS

En el intensivo

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Un paciente en el intensivo se mantiene generalmente en forma artificial. Le sedan, le oxigenan, lo drenan, lo limpian, lo alimentan.

Guatemala está en el intensivo, despertándose de un letargo de la era política mesozoica, aquella de los reptiles gigantescos y figuras grotescas dominando el hábitat a base de su inmenso peso bruto y apetito voraz.

Y es que el pueblo quiere mucho más que un cambio de gobierno el 14 a las 14. La demanda ya rebasa las expectativas de lo mismo de siempre.

Ya no hay espacio para diputaciones compradas con dineros de especies desconocidas. No hay espacio para monigotes levanta manos, ni bancadas embarcadas en interpelaciones ad infinitum sin conclusiones ni resultados de rendición de cuentas más que perder el tiempo a millones por día e impedir la gobernabilidad como chantaje. Se acabaron las gavetas de obras públicas y los paquetes por pagos de votos de préstamos millonarios.

No es para menos: Guatemala ocupa la posición 133 entre 187 países clasificados, y en la región centroamericana se ubica en último lugar.

Ocho de cada 10 personas viven en pobreza en los municipios rurales. El 25 por ciento del presupuesto general de la nación se lo roban vistiéndolo de “ene” cantidad de chanchullos seudolegales. Un derrame incomprensible sin ningún impacto cualitativo más que saciar las bolsas de los ladrones de cuello blanco de cuello sucio, y hasta sin cuello drenando el erario nacional; 25 mil millones de quetzales. Dicen que esta es una cifra inflada. Aja….

Atendiendo razones de lógica y gobernabilidad, lo mejor es que el presidente Otto Pérez Molina continúe en su puesto, que los actores claves consensúen una agenda mínima con el paquete de leyes anticorrupción para el fortalecimiento del Estado. Que se aplique la ley a los ladrones y se les meta en la cárcel.

Y que se haga lo imposible para romper los códigos y las contraseñas de las sociedades de fachada y los prestanombres. La Cicig y la Embajada deben estar muy ocupados.

Pero, como alguien dijo por ahí, en la letra pequeña está el detalle. Es cierto. Pero poner de acuerdo a la clase política lleva tiempo, y tiempo no tenemos.

La única presión es la soga al cuello y el grito del pueblo. Y de eso parece haber una fuente que no acabará y tendrá un peso crítico a 16 semanas del día de las elecciones. El 50 por ciento de los electores están indecisos. Eso habla más que mil eslóganes.

Los campos pagados pululan el ambiente. Todos demandan su pedazo de reclamo político. Me sorprendió una exigencia jesuita pidiendo la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural, a sabiendas de que esta podría servir para ejemplificar el grado de polarización de esta tierra de volcanes sociales en plena efervescencia. Si tan solo la sabiduría de lo alto alumbrara un poquito su espíritu tomarían conciencia de que no es sabio hacer presas en medio de un río tempestuoso.

Hay muchos matates jalando para su lado. No es tiempo de borrón y cuenta nueva cuando la tierra está levantada y los zanates vuelan ojo.

Y entonces se vuelve circo: “nacionalización de la energía eléctrica, reforma agraria disfrazada de smoking latifundista, refundación del Estado a “a mi manera” y toda la parafernalia dialéctica reprimida desde los tiempos del Che.

En vez de aprovechar el tiempo para hacer una retrospección profunda. Todos… Que la hemos cagado. Que tenemos una corresponsabilidad del estado de las cosas. Que se nos están muriendo los niños de desnutrición, que hay pobreza extrema, que los hospitales no sirven para un carajo, que la educación no educa. Que el seguro social es inseguro. Y los políticos que elegimos son unos ineptos aprovechados.

Mea culpa…

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.